El coeficiente del amor

Vivimos nuevos tiempos, vamos a velocidad, trabajamos más duramente, nos acostamos más tarde, nos movemos con el piloto automático encendido, hacemos varias tareas a un tiempo, nos conectamos con los conocidos y apenas amamos a los queridos, nos tomamos la vida a la ligera, apenas sin vivirla, atravesando por ella como si estuviéramos participando en una alta competición.

No sé si somos verdaderamente conscientes de lo que se nos avecina: la robotización está cambiando de pleno la economía. El futuro siempre es incierto, pero más aún si somos testigos de esta importante revolución. Por una parte, como ha anunciado la OCDE — la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos— el 14% de los trabajos actuales desaparecerá y el 34% tendrá un nivel muy alto de automatización. Por otra, con la inteligencia artificial también emergerán nuevos empleos, nuevas oportunidades, y la consecuente transformación en campos como:

Agricultura

Simplificará y acelerará la toma de decisiones.

Logística y transporte

Los medios de transporte serán conducidos por robots.

Salud y biotecnología

Ayudará a médicos y pacientes a tener diagnósticos más rápidos y precisos.

Retail

Se podrán pronosticar las ventas y elegir los productos adecuados.

Educación

Se optimizará el aprendizaje y se fomentará la educación.

Servicios financieros

Se reconocerán los riesgos y los patrones del mercado.

Manufactura y supply chain

Se estudiarán los productos y las piezas que requieren mantenimiento, aún antes de la aparición de problemas.

Asistentes personales virtuales

Nos ayudarán a realizar algunas operaciones.

La razón principal de este gran avance tiene que ver con el entorno posmoderno en que vivimos, con el exclusivo foco puesto en el consumo, la demanda constante de productos y servicios, las acciones a golpe de estímulo, presas de la prisa, el cansancio y el tecno-estrés. Las personas hoy día buscan saciar las necesidades, que se han o le han creado, de manera incesante; consideran que una adquisición acallará su atolondrado vacío existencial. Sin embargo, este nunca se aplacará con la materia, pues proviene de algo más trascendente: el espíritu. Mientras “hacemos”, no “estamos”.

Me preocupa ver al ser humano tan perdido, tan desubicado de su propia vida. Sin darse cuenta que en esa carrera por vivir NO VIVE. Es frecuente escucharle preguntándose, tras alcanzar una meta: “¿Esto es todo?”, pues es en esos momentos cuando se encuentra con su auténtica esencia, a veces muy falta de valores, cuando se da cuenta que está desierto, vacuo, desolado. Zygmunt Bauman lo expresa de un modo muy claro: “la actual sociedad está viviendo una ‘modernidad líquida’, sin valores demasiado sólidos, la rapidez de los cambios ha debilitado los vínculos, los nexos se han hecho frágiles y efímeros.”

Evolucionar no significa despojarse de la dimensión humana y afectiva. Nadie puede negar que los negocios, la tecnología, la economía y, en realidad, los órdenes de la vida están moldeados por nosotros, los seres humanos. Ahora bien, ante la atenuante llegada de la digitalización, como profesionales, hemos de atender una serie de variables:

  • Conectar con nuestro ser persona y desarrollar el factor que nunca podrán tener las máquinas: el coeficiente del amor. Los seres humanos tienen alma, creencias y valores, y están, por tanto, capacitados para trabajar con autenticidad, tolerancia, respeto, empatía, generosidad, autorresponsabilidad, conexión. Tenemos que reinvertir en nosotros mismos mediante la creación de nuevas prácticas de gestión que incorporen la empatía como algo rutinario, que recuperen la escucha y la comunicación como elemento fundamental, ya que ambas son la base del crecimiento sostenido.
  • Desarrollar habilidades diferenciales que el sistema educativo no integra como, por ejemplo, inteligencia emocional, creatividad, conectividad social, resolución de problemas, trabajo en equipo, pensamiento crítico, resiliencia y adaptabilidad al cambio.

“Los analfabetos del siglo XXI no serán aquellos que no sepan leer ni escribir, sino aquellos que no puedan aprender, desaprender y reaprender.”

Alvin Toffler,
escritor estadounidense

Las organizaciones, de otro lado, ante esta transformación tecnológica, han de poner a las personas en el centro e integrarlas como el elemento prioritario de su cultura corporativa, promoviendo el potencial de las personas y generando climas de trabajo con altos niveles de bienestar físico, emocional y cognitivo. En definitiva, las empresas han de convertirse en comunidades humanas en pro del bien total para poder conseguir resultados externos (rentabilidad) e internos (satisfacción y aprendizajes) saludables para la humanidad.

“Para alcanzar el éxito, una persona necesitará un alto CE (coeficiente emocional); si usted no quiere perder rápidamente, debe tener un alto CI (coeficiente intelectual), y si quiere ser respetado, usted necesita un alto CA (coeficiente del amor).” Jack Ma, fundador de Alibaba Group.

Cuando trabajamos para encontrar soluciones benéficas no solo para nosotros, sino también para los demás, el coeficiente del amor crece considerablemente. El objetivo al crear Alibaba no era ser una máquina de hacer dinero, sino contribuir al crecimiento de muchos negocios pequeños.

Finalmente quisiera dejarte con una reflexión y, por consiguiente, la toma de decisión más vital: ¿desde cuál de las dos consciencias optas tú por vivir?

Mimar al mundo

¿Desde que consciencia decido vivir?