Coworking

 

En un artículo anterior me referí a los conceptos de telecommuting (trabajo a distancia) y going Bedouin, a sus ventajas y desventajas y al hecho de que este último era, en aquel momento, novedoso. El artículo incluía la siguiente cita, extraída de otro escrito a principios de 2006 por Greg Olsen, un especialista:

“Una empresa (de tecnología), si se concentra casi exclusivamente en opciones de infraestructura basadas en servicios, puede llegar a operar como una especie de clan neo-Bedouin con sus trabajadores desplazándose como una tribu nómada, transportando laptops y telefonía celular y capaces de instalarse en cualquier lugar donde hubiera conexión a Internet, sillas, mesas y fuentes de cafeína”.

Mi artículo mencionaba que uno de los problemas de estas formas de trabajar era el aislamiento y la soledad que experimentaban los empleados ante la carencia de un ambiente de trabajo tradicional. No obstante, terminaba con esta afirmación: “si se confirma y acepta el análisis de Greg Olsen, quizás going Bedouin se convierta en algo cool”.

Las expresiones cowork y coworking comenzaron a popularizarse en 2005 y 2006, la época en que se publicaron los artículos mencionados, para referirse a una modalidad de trabajo dirigida a paliar estos problemas de aislamiento y soledad. Brad Neuberg, un joven programador de computación que trabajaba por su cuenta, alquiló espacio en un edificio en el área de San Francisco, California, en esos días y creó una nueva forma de trabajar: reunió en ese lugar a colegas que trabajaban, aislados, para distintos empleadores o contratistas y querían compartir ideas. Varias publicaciones le atribuyen el mérito de ser el primero en utilizar estos vocablos para describir tal actividad conjunta.

La idea no era totalmente novedosa. Alquilar oficinas era algo que se hacía. Desempeñarse en comunidad, también; pero sí lo era para los techies, (como se denomina coloquialmente en los Estados Unidos a los especialistas en tecnología) que trabajaban en sus casas o en la mesa de alguna cafetería.

Coworking redefine la manera en que trabajamos. La idea es sencilla: dice que los profesionales independientes y aquellos con flexibilidad en lo relativo a sus lugares de trabajo trabajan mejor juntos que solos. Coworking brinda respuesta a la pregunta que muchos se hacen cuando su lugar de trabajo es su casa: “¿Por qué esto no es tan divertido como creíamos que iba a ser?” Además de crear mejores lugares de trabajo, los espacios de coworking se construyen a partir de la idea de creación de una comunidad y de la de sustentabilidad. Los locales en que se pone en práctica el coworking acuerdan apoyar los valores establecidos por los creadores del concepto, a saber: colaboración, comunidad, sustentabilidad, apertura y accesibilidad.

La idea se difundió rápidamente. Distintas ciudades del mundo cuentan con locales de coworking, tal como se puede ver en el sitio web recién mencionado. Su expansión se debe, entre otras causas, al desempleo derivado de la crisis de las hipotecas subprime lo cual resultó en un aumento en el número de especialistas que trabajaban por su cuenta.

Los locales cuentan por lo general con espacios amplios sin cubículos, escritorios y mesas de trabajo, salas de reuniones y de descanso, teléfono fijo, acceso a Internet, impresora, fax, café, horno de microondas, refrigeradora y cocina. A veces incluyen oficinas privadas. Hasta puede suceder que cuenten con una recepcionista (según algunos, el hecho que ésta pueda atender el teléfono le brinda más credibilidad a las llamadas de negocios). Pueden haber sido organizados, por ejemplo, por un grupo de colegas, por una entidad comercial o por una entidad sin fines de lucro. El costo para quienes allí se instalen depende del tiempo que se ocupen las comodidades. En ocasiones tiene lugar un trueque: no pagar nada a cambio de servicios profesionales. En otras, los empleadores se hacen cargo del costo de la asistencia de sus empleados.

Si bien al principio las comunidades estaban integradas por colegas de una misma especialidad, en la actualidad se reconoce que coworking no consiste simplemente en salir de la casa e instalarse junto a éstos. También consiste en contar con la ayuda y colaboración de especialistas en distintas áreas, lo cual es conducente a la creatividad y la innovación. Existen variaciones: locales de coworking donde se reúnen especialistas en el cuidado del medio ambiente, otros, donde sólo asisten mujeres. En las reuniones denominadas jellies el énfasis está puesto en brainstorming o «tormenta de ideas» e intercambios creativos.

Coworking tiene otras ventajas: aumenta las redes sociales de sus concurrentes y facilita hacer contactos por intermedio de los nuevos compañeros de trabajo. También se presentan problemas, como conflictos entre personas de diferentes personalidades, el uso de teléfonos celulares, el cambiar de un escritorio a otro, el excederse en los espacios ocupados, no dejarlo limpios, y la falta de privacidad. Esto último puede significar el compartir espacio con un competidor y tener problemas con el manejo de información confidencial. También puede darse el caso de que un integrante de la comunidad de coworking decida reclutar a otros participantes para empresas en las cuales está interesado.

No obstante, el crecimiento en el número de locales dedicados a coworking parecería indicar que, al menos por ahora, sus ventajas superan sus desventajas. Como dice Martín Fierro: Aprovecha la ocasión / el hombre que es diligente; / y, ténganlo bien presente: / si al compararla no yerro, / la ocasión es como el fierro: / se ha de machacar caliente.

Sobre el autor

Guillermo S. Edelberg

Guillermo S. Edelbergfue Profesor Emérito del INCAE Business School. Fue Ingeniero Industrial de la Universidad de Buenos Aires y Master of Business Administration de la Universidad de California (Berkeley). Se graduó como Doctor of Business Administration en la Universidad de Harvard en 1963, donde fue el primer egresado con este título proveniente de un país de habla hispana.