De objetivos y cómo validarlos
Debido a mi trabajo como coach, debo enfocarme de manera frecuente en la determinación de metas y validar que estas sean efectivamente alcanzadas por mis clientes en un periodo de tiempo razonable. Sin embargo, a medida que pasa el tiempo, confirmo cada vez más que el primer problema a resolver —y a menudo el más relevante— con relación a esto consiste en la incapacidad de identificar con claridad lo que una meta es. Para efectos prácticos, vamos a decir que, a nivel de estructura, objetivo y meta son conceptos similares. La diferencia (según coinciden la mayoría de los autores consultados) estriba en que un objetivo se logra después de alcanzar un número de metas determinado que son sus partes.
Hecha esta aclaración, podemos pasar ahora a la raíz de las confusiones donde se nos mezclan conceptos tales como anhelos y deseos que en ocasiones confundimos con metas u objetivos. Para mayor claridad, te invito a que me acompañes haciendo este ejercicio. Puedes tomar papel y pluma o anotar en tu computadora para mayor claridad.
Piensa por un momento en 10 cosas que quisieras lograr, tener o hacer, y escríbelas para que podamos analizarlas. Continua con la lectura cuando estés listo.
¿Fue difícil llegar a 10? No siempre parece que tenemos muy claras las cosas que queremos, por ejemplo, más dinero, un mejor empleo, un viaje, etcétera.
Vamos ahora a identificar qué tipo de planteamientos hiciste y clasificarlos entre anhelos, deseos y metas u objetivos que, para efectos de este ejercicio, manejaremos como sinónimos.
Primero, un anhelo es aquello que te gustaría que pasara, que lo deseas con todo tu corazón, pero que si lo analizas con detalle, en realidad, no depende de ti lograrlo y poco o nada puedes hacer para que suceda. Por ejemplo, “quisiera que mis hijos sean felices” o “quisiera la paz mundial”. En ambos casos hay algo que tú puedes hacer, pero sin duda no depende de ti que esto se logre. A los pensamientos o aspiraciones que están en esa categoría les llamamos anhelos. Marca en tu lista aquellos que encajen con esta descripción.
Vamos ahora al siguiente nivel y analicemos los llamados “deseos”. Un deseo es algo que tú quieres, que podrías hacer que suceda, pero que, al no estar definido su logro, termina siendo dudoso. Por ejemplo, “quisiera irme de viaje” o “quisiera ganar más dinero” o “quisiera bajar de peso”. Lo que tienen en común todos estos deseos es que en ninguno se especifica lo que quieres lograr con precisión y en cuánto tiempo. De esta forma, si tu deseo es bajar de peso, bastará con quitarte los zapatos antes de subirte de nuevo a la báscula, o si quieres viajar, bastará con subirte a un autobús de transporte público para hacerlo. Pero eso no es en realidad lo que quieres. ¿O sí? Marca en tu lista los enunciados que corresponden a esta categoría.
¿Qué te queda? Si no te quedó ninguno, no te preocupes. Ahora es cuando podrás empezar a trabajar para verdaderamente plantearte objetivos y alcanzarlos. Por otro lado, si te quedan aún algunas cosas en tu lista, ¡felicidades! Veamos ahora si realmente lo que te queda son objetivos.
Los objetivos deben ser claros, específicos, medibles y tener una fecha de culminación. Tomemos alguno de los deseos anteriormente citados (tú puedes hacer lo mismo con alguno de los de tu lista), digamos el de “ganar más dinero”. Para poderlo convertir en objetivo, deberíamos simplemente responder a un par de preguntas como ¿cuánto más? y ¿en cuánto tiempo? De esta manera, podríamos construir un enunciado de este tipo:
“Ganar 1,000 adicionales por semana a partir del día 30 de mayo”.
Suena más claro y de eso se trata precisamente, porque si no tenemos un objetivo claro a la vista, ¿de qué manera esperamos alcanzarlo?
Como puedes ver, es posible generar objetivos concretos, específicos y medibles a partir de estas ideas generales que llamamos anhelos y deseos. Pero el simple hecho de establecer correctamente los objetivos o metas no asegura su cumplimiento. Para ello, el siguiente paso es validar si estos son verdaderamente alcanzables en el periodo establecido.
Para validar la viabilidad de un objetivo es necesario que pase por un filtro de tres dimensiones. La primera de ellas es la de la posibilidad y se refiere a cuestionarnos si lo que nos estamos planteando es verdaderamente posible en el tiempo establecido, para lo cual será necesario hacernos preguntas como estas:
- ¿Lo que me estoy planteando es alcanzable en el tiempo establecido?
- ¿Existen referencias directas o indirectas que lo validen?
- ¿Físicamente es alcanzable?
- ¿Está en mi control?
En nuestra cultura, hemos aprendido que todo aquello que me proponga en la vida, si hago el esfuerzo suficiente, lo podré lograr y si no lo logro es que no me esforcé lo necesario. Sin embargo, esto no siempre es así por lo que es necesario aprender a identificar si aquello que quiero lograr depende solo de mí o si hay variables externas fuera de mi control que puedan afectar el resultado. En cualquier caso, al validar las posibilidades de mi objetivo me debo centrar en preguntarme si lo que me corresponde hacer a mí es posible.
Recuerdo el caso de un joven estudiante de universidad durante una de mis conferencias que, al yo preguntar al grupo si alguien tenía una meta muy clara, levantó la mano diciendo que su meta era muy clara. Él quería tener un automóvil Camaro de color rojo con aros cromados y asientos de piel en un plazo de 6 meses a partir de esa fecha. Era evidente que se encontraba motivado. Ante la claridad de la meta, le pedí que me contara un poco más, así que me describió el auto con lujo de detalles e incluso el lugar donde pensaba comprarlo seis meses más tarde.
Al escuchar la claridad de la meta, me pareció prudente validarla, así que le pregunté: “¿Tienes idea del valor de este auto?”. A lo que él me respondió que sí, que actualmente su precio era de unos 40 mil dólares. Le pregunté enseguida si en este momento él ya contaba con alguna cantidad de dinero y la respuesta fue que no, que por el momento no tenía nada ni un empleo de donde obtenerlo, pues se encontraba estudiando.
Ante estas respuestas, mi siguiente pregunta resultaba obvia: “Entonces, ¿cómo es que piensas reunir 40 mil dólares en 6 meses?”. Su respuesta fue: “Echándole muchas ganas”.
¿Qué tan posible es que se cumpla la meta en este caso? Y no quiero decir con esto que no se pueda lograr contar con el Camaro rojo en seis meses. Es solo que, en la circunstancia actual, el plazo podría ser difícil de cumplir si partes completamente de cero como estudiante, sin un empleo ni otra fuente de recursos a la vista. Tener el auto sería perfectamente posible si se establece como primer paso tener una fuente de ingreso que dé para cubrir los gastos fijos y permita un cierto ahorro. Dependiendo del monto de dicho ahorro, dependerá el tiempo que tome reunir la cantidad para la compra del auto.
Si se quiere lograr en menor tiempo es necesario tener un mayor ingreso y quizás para eso será necesario estar mejor capacitado, terminar la escuela, especializarse… En fin, como se puede ver es posible que para lograr un objetivo antes haya que tener una serie de metas intermedias que habrá que ir cumpliendo paso a paso y quizás tendríamos un plazo más adecuado en el cual sea posible alcanzar el objetivo final, que en este caso es el Camaro de color rojo.
Por supuesto que siempre existe la posibilidad de que suceda algo inesperado que nos ayude a avanzar más rápidamente, pero me parece que en tanto sabemos si sucede o no, lo mejor es seguir avanzando por nuestra cuenta.
La siguiente dimensión a validar es la habilidad, es decir, si a nivel personal contamos con las habilidades necesarias para alcanzar el objetivo. Por ejemplo, es posible que mi meta sea obtener el doctorado en literatura francesa dentro de 5 años. Supongamos que la meta ya fue analizada en términos de posibilidad y me encuentro en un escenario óptimo para lograrla en este tiempo. Las preguntas ahora serían:
- ¿Qué habilidades necesito para que esto suceda?
- ¿Con cuáles de estas cuento?
- ¿Cuáles no tengo y son necesarias?
Es evidente que para lograr el doctorado necesitaré el hábito de leer, dominar el idioma francés, administrar efectivamente mis tiempos, concentración y seguramente una lista de otras habilidades que, en conjunto, me permitirán lograr lo planteado.
La gran ventaja de las habilidades es que para una persona promedio prácticamente todas pueden ser desarrolladas una a una, por lo que, una vez hecho el inventario, el siguiente paso será identificar aquellas en las que requiero trabajar y empezar paso a paso a desarrollarlas. En coaching, tenemos la frase “No se trata de lo que quieres lograr, sino en quien te tienes que convertir para lograrlo” y precisamente se refiere a esto, a desarrollar los hábitos, habilidades y comportamientos que se vinculen directamente con el objetivo deseado.
Hablemos ahora de la tercera dimensión, a la que llamamos merecimiento. También, podríamos definirla como la de la introspección y tiene que ver con la manera en que te sientes tú internamente con relación a la meta. Las preguntas serían:
- ¿Realmente sientes que esto es para ti?
- ¿Es algo que mereces?
- ¿Crees que alguien como tú será capaz de lograrlo?
Si bien estas preguntas parecen simples, a menudo su respuesta se da en dos dimensiones: una es superficial y automática. Es decir, si alguien te pregunta, es probable que a menudo respondas en automático: “Claro que me lo merezco”. Pero el análisis verdadero se debe dar en un nivel más profundo. Pregúntate:
- ¿Qué sientes cuando te planteas la posibilidad de lograrlo?
- ¿Qué ha pasado otras veces cuando has intentado grandes proyectos?
- ¿En algún nivel te has autosaboteado?
- ¿Tienes miedo de lograrlo?
Probablemente, esta es la más compleja de las 3 dimensiones porque nos lleva a confrontarnos a un nivel más profundo con el enemigo constante de todas las limitaciones y frustraciones en nuestra vida: el miedo.
Es necesario ir avanzando en las otras dos dimensiones para validar esta tercera, pues a menudo se empieza a hacer evidente cuando te das cuenta que no estás avanzando o que te está tomando más tiempo de la cuenta, cuando empiezas a tener un comportamiento que resulta contrario a lo que verdaderamente quieres o cuando percibes que encuentras más pretextos que alternativas.
Si esto se presenta a lo largo de tu camino, siempre tendrás la alternativa de consultar con algún profesional para ayudarte en este proceso o bien enfrentar el temor con el único antídoto eficaz para solucionar el problema, que es la acción.
Es necesario considerar que cierta dosis de miedo es normal. Cuando nos planteamos objetivos, estos desafían nuestra zona de confort y nos llevan a experimentar en una zona que visitamos muy poco o que incluso, en ocasiones, nos es desconocida. Por lo tanto, el miedo nos ayuda a ir explorando poco a poco. Eso es normal y forma parte de la experiencia. El problema se da cuando el miedo nos paraliza y nos aleja de aquello que sabemos que nos conduce a la felicidad. En un escenario como este convendría hacerte esta pregunta: «¿Qué harías si no tuvieras miedo?
Bien, pues hasta aquí llegaremos en este artículo. Ahora que has podido validar si tus objetivos son alcanzables, el siguiente paso es poner manos a la obra por medio de un plan de acción, pero esto lo abordaremos en una siguiente entrega.