La gestión del riesgo durante la pandemia.
El mundo se encuentra transitando la COVID-19. Según nos informan historiadores que recopilaron datos de otras pandemias similares anteriores, queda claro que esta no es la más letal, pero es, definitivamente, la más globalizada porque el mundo está actualmente mucho más interconectado. Las organizaciones de todos los sectores, sean públicas o privadas, con o sin fines de lucro, y las actividades independientes se encuentran expuestas a una serie de riesgos simultáneos. Esta condición múltiple se denomina técnicamente «agregado de riesgos».
Cuando estudiamos las causas del riesgo, vemos que en el origen es operacional. El descenso en la actividad se produce por el aislamiento obligatorio o cuarentena que obliga a cambiar los hábitos de trabajo. Algunos sectores de la economía no pueden operar, no pueden fabricar o lo que producen no lo pueden entregar, y el siguiente eslabón no puede comercializar, por lo cual no puede pagar al proveedor y se termina cortando la cadena de pagos.
Esta situación deviene en riesgos crediticios porque el acreedor no sabe si podrá recuperar sus créditos. Hay riesgo de liquidez porque el acceso al fondeo puede restringirse además de la incertidumbre sobre el cobro de las acreencias. Los precios en los mercados se derrumban y hasta podrían las empresas perder su reputación. Es decir, ¿quién volvería a confiar en una empresa que no estuvo a la altura de las circunstancias cuando la necesitamos?
Informes previos de la Organización Mundial de la Salud alertaban sobre una treintena de virus que podrían derivar en pandemias como la que estamos padeciendo. Por algún motivo, estas opiniones no fueron valoradas debidamente y hoy asistimos a una pelea sobre quién tuvo la culpa.
Previo a la pandemia, y también ahora, vemos que es una cuestión de governance priorizar los riesgos a controlar. La gestión del riesgo intenta adelantarse a los hechos y las decisiones se toman sobre escenarios probables que, claramente, eran muy distintos a este escenario de desastre sistémico.
Hay organizaciones con planes de continuidad de negocios, más acostumbradas al teletrabajo y con canales de atención remotos desarrollados que pueden adaptarse de mejor manera que otras a los tiempos que nos toca vivir. Estas organizaciones tendrán menor impacto operacional que otras que no habían realizado inversiones suficientes en estos aspectos.
Por otra parte, los distintos gobiernos estatales están destinando cuantiosos fondos, como nunca antes se ha visto, para mitigar los problemas crediticios, financieros, de demanda de bienes.
El mundo cambió y seguirá cambiando. El gran desafío ahora es redefinir escenarios posibles y restablecer los apetitos de riesgo crediticios, en qué se invertirá, cómo se accederá al fondeo en cuanto a lo financiero. En cuanto a la parte operacional, las compañías están asumiendo mayores riesgos porque ha cambiado la forma de operar y algunas empresas que descansaban en controles manuales hoy están muy limitadas.
Riesgos que preocupan en este contexto son los de fraude y los de lavado de activos, ya que puede debilitarse el análisis y la adecuada identificación de los clientes. Se necesita contar con herramientas potentes que permitan analizar, en lo posible en línea, las operaciones para mejorar la efectividad de los controles.
Aún con todo esto y considerando el escenario actual, el desempeño organizacional es, en general, bastante aceptable. No tengo dudas que aprenderemos mucho de esta crisis y que saldremos fortalecidos, con mejores prácticas de actuación.