Un nuevo liderazgo… o no tan nuevo
Siempre me ha llamado la atención el interés con el que los asistentes a mis seminarios de Gestión de Talento en República Dominicana acogen la historia del explorador Ernest Shackleton cuando toca hablar de liderazgo. Es una historia fascinante, por real y épica, y un ejemplo de sacrificio y habilidades en el manejo de las emociones colectivas. Quién me iba a decir que ahora, un siglo después, es más que probable que tengamos que volver a revisar las lecciones de liderazgo de la epopeya de un hombre que logró mantener con vida durante casi dos años en un entorno extremadamente hostil a un grupo de expedicionarios.
No creo que ninguno de nosotros sea capaz de recordar una crisis tan brusca, profunda y global. Ninguna duda en atribuirle los calificativos de histórica o determinante. Estemos en un sector económico que no se recuperará jamás, que lo haga lentamente o que repunte de manera inmediata, la amenaza física de la COVID 19 —y los sucesores que vendrán detrás del él— implica un cambio definitivo sobre el futuro que nos imaginábamos hace unos meses.
Shackleton y los expedicionarios británicos esperaban cruzar por primera vez la Antártida de punta a punta cuando un golpe de la naturaleza les puso ante la tesitura de reorganizarse para sobrevivir. Nosotros esperábamos progresar en el trabajo, casar a un hijo, cambiarnos de casa,… cuando de repente nos han encerrado en nuestros hogares y nos damos cuenta de que seguramente vamos a tener que empezar de cero, en el sentido profesional, personal, económico, ideológico o todos. Así es como estamos: en mitad de un páramo tan desconocido y amenazante como el Polo Sur.
Ahora se necesita un liderazgo que gestione la ansiedad y la incertidumbre. Que gestione la dependencia que cada uno va a tener de los demás, basada en la distancia social y profesional que van a definir los nuevos entornos profesionales. Que marque nuevos objetivos porque los anteriores, simplemente, ya no sirven.
Necesitaremos líderes que sepan aprovechar lo mejor de las habilidades de las personas, y que conviertan en fortaleza las relaciones internas. La humildad, la cercanía y la generosidad serán sus principales valores, pero será mejor que no los publiciten en redes sociales ni alardeen, sino que los hagan visibles de manera callada, con su ejemplo.
Que mantengan la calma y que tengan buenas dosis de paciencia y resiliencia, porque les va a ser muy necesaria, sin renunciar a la firmeza. Que estén en alerta permanente al estado de ánimo de la gente, consciente de que comunicar es más importante que nunca, sensible al valor de lo emocional en la nueva era. Que sepan estar un paso atrás y dar un paso al lado. Porque intuyo que no viene una época de liderazgo carismático, sino de un liderazgo colectivo y distribuido. Ya hace mucho que no hay gurús empresariales ni líderes ideológicos o políticos.
Nada de esto es nuevo. Por eso la historia de Shackleton sigue fascinando. Pero hasta ahora, estas cualidades eran unos referentes básicos y deseables, y ahora considero que van a ser imprescindibles. Una última consideración: no esperemos una explosión cósmica para que estas cualidades emerjan. Los líderes de verdad, los que el futuro necesita, son los que ahora están dando un paso callado al frente empezando a cuidar de sus equipos y enseñándoles que el objetivo no es la gloria, sino sobrevivir.