Hoy necesitamos una buena dosis de coherencia moral
Después de tantos años de “cultura del ombligo” en los que la gran mayoría ha buscado únicamente su exclusivo beneficio, al ser unos descendientes directos del mismo Maquiavelo (actuando en función de las ventajas inmediatas sin percatarse del veneno que por debajo estaba escondido) y otros al no querer ser considerados los tontos más tontos del paraíso…, el caso es que los últimos años han estado plagados, en todos los ámbitos, de conductas de índole narcisistas, amorales e individualistas, pues cada cual solo tenía ojos para su propio ombligo.
Y así es como hemos llegado a encontramos hoy con una sociedad enferma, sin convicción, que no sabe lidiar con la frustración ni con la incertidumbre dominante, que no tiene espíritu de lucha, que no confía en nada ni en nadie, que guarda silencio, que ha llegado a tal nivel de destrucción que ni siquiera tiene fuerzas para quejarse por lo que realmente le importa.
¿Y entonces qué hacemos? Quizás podíamos empezar por elegir si queremos ser parte del problema o formar parte de la solución. Mi sugerencia es dejar, como decía Eduardo Galeano, el pesimismo para tiempos mejores, ya que ahora no hay tiempo para eso. A mi entender, solo nos queda ya vida para construir: toda la energía que no invertimos en crear se convierte en energía destructiva, que lo único que hace es seguir empeorando la enfermedad.
El viejo cacique de la tribu, que estaba teniendo una charla con sus nietos acerca de la vida, les dijo: – Una gran pelea está ocurriendo dentro de mí, una pelea entre dos lobos. Uno de los lobos es maldad, temor, ira, celos, envidia, dolor, rencor, avaricia, arrogancia, culpa, resentimiento, mentira, orgullo, egolatría, competitividad y superioridad. El otro es bondad, valor, alegría, paz, esperanza, serenidad, humildad, dulzura, generosidad, ternura, benevolencia, amistad, empatía, verdad, compasión y amor. Esta misma pelea está ocurriendo dentro de ustedes y dentro de todos los seres humanos de la Tierra.
Los niños quedaron en silencio por un minuto y después uno de ellos preguntó a su abuelo:
– ¿Y cuál de los dos lobos crees que ganará?
El viejo cacique respondió simplemente:
– Ganará el lobo que alimente.
Creo que cada ser humano es autorresponsable, tiene capacidad de elegir y convertirse en la mejor versión de sí mismo: “lo que eres: esto es el mundo”. ¿Qué tal si dejamos ya de echar balones fuera, de ser dependientes de que otros resuelvan nuestras vidas, de sumirnos en las preocupaciones -los hechos no dejan de existir por el simple hecho de ignorarlos- y comenzamos a ocuparnos? Podemos construir ambientes emocionalmente sanos si nos desenganchamos de las conductas tóxicas (la queja, la prisa, la indiferencia, la ridiculización, los celos, los rencores, las envidias…) que únicamente nos han valido como excusa para la pasividad.
¡No seas tú mismo el problema! La única manera de romper el círculo es moviéndote del lugar donde nada sucede.
Si verdaderamente queremos, cada uno de nosotros, en nuestros entornos, podemos construir ambientes sanos, responsables y equilibrados si los condimentamos con una intensa dosis de coherencia moral, que tendremos que ir a buscar al baúl de los recuerdos ya que llevará muchos años escondida en el cuarto de los trastos.
¿Y en qué consiste la coherencia moral? En actuar con moralidad conforme a lo que sentimos y pensamos… Fácil de decir, pero no tan fácil de aplicar para sociedades como las nuestras muy centradas en “el qué dirán,” pues a veces lo que hay que decir es lo contrario a lo que hace o dice todo el mundo.
La coherencia moral es el único antídoto existente para la enfermedad que hoy tiene sumido al mundo. Solo cuando somos fieles a nosotros mismos, a nuestras palabras y actuamos en consecuencia nos convertimos en personas confiables y creíbles.
“Tus palabras y tus actos han de jugar en equipo para que los demás confíen en ti y decidan seguirte”.
Como conclusión diría: si cada uno de nosotros antes de actuar nos preguntáramos ¿Esta decisión me ayuda a sacar la mejor versión de mi mismo?, ¿esta actuación crea o destruye? el mundo empezaría a girar hacia una dirección más sana y nuestros entornos familiares y empresariales se convertirían en lugares más armónicos y más saludables. Piensa en qué estás ocupando tu tiempo, ¿en lo que realmente es trascendente e importante? Si has de elegir, ¡elige siempre tu dignidad personal!