Las historias de héroes y heroínas nos han hecho mucho daño

Las historias de héroes y heroínas han desarrollado en nosotros todo un mundo de expectativas fantásticas. Nos hemos llegado a creer que tenemos una varita mágica para conseguir que ocurran las cosas, y hacemos suposiciones como si pudiéramos determinar el futuro.

Cuando esta compleja combinación de nuestras experiencias, deseos y conocimiento del entorno o de las personas que nos rodean (la expectativa), no se cumple, sentimos una gran decepción. Nos cuesta aceptar la realidad, porque vivimos esperando que la vida responda a nuestras expectativas; cuando no es así, nos resistimos y reaccionamos airados, posicionándonos en el no a la vida y generando sufrimiento.

Ante ello, me surgen dos grandes preguntas: ¿hasta qué punto somos conscientes de cómo es en realidad la vida? ¿Estoy dejando que la vida actúe en mí?  En la vida no es lo que yo quiero, sino lo que la vida quiere vivir en mí.

Es cierto que resulta inevitable generarnos una cierta dosis o grado de expectativas, pero el problema radica en que nos aferramos a esa imagen en vez de aceptar lo que la vida nos trae con la mejor predisposición posible.

Las expectativas son traicioneras. Saberlas regular y pensar en diferentes escenarios nos permitirá disfrutar de lo que tenemos en vez de obsesionarnos con lo que creemos que nos falta. Si no lo hacemos, dejamos que nos conviertan en esclavos de la decepción.

Teniendo esto en cuenta, podemos decidir vivir de dos maneras: fluir con la vida o resistirnos a ella. ¿Cuál eliges?

Alguien me dijo una vez: “Deja que las cosas fluyan, porque en esta vida esperas lo que no pasa, y pasa lo que no esperas”.

Desde ahí, me gustaría presentarte varios tips para gestionar mejor las expectativas:

  1. El que no espera, no se defrauda. Si nos hemos defraudo por lo que esperábamos de alguien, es nuestra responsabilidad aceptar que era nuestra creencia, nuestra expectativa, la que nos hemos creado. La otra persona está en su derecho de no corresponder a lo que esperábamos de ella. Recordemos que la felicidad suele ser proporcional a nuestro nivel de aceptación e inversamente proporcional a nuestras expectativas.
  2. Abandonar el pensamiento mágico. “La vida debería ser justa”, “las personas tienen que entenderme”, “todo saldrá bien”, “puedo cambiarlo”, “la gente debería comportarse bien conmigo” … Una cosa es lo que pasa y otra cosa es lo que imaginamos.
  3. Asumir la responsabilidad de nuestras decisiones. Las expectativas no son hechos, son probabilidades. No esperemos a que los demás adivinen qué queremos o esperamos de ellos. Paradójicamente, esperar menos y actuar más nos permite retomar el control sin sentirnos agobiados, ya que implica una mayor confianza en nuestras potencialidades y un mayor autoconocimiento.
  4. Separar deseos de deberes. Funcionamos en piloto automático; nos dedicamos a cumplir con nuestros deberes. Sin embargo, los deberes no son más que las expectativas que nos han impuesto los demás, ya sea la familia o la sociedad. Cuando no cumplimos nuestros deberes, nos sentimos culpables. Pero si cumplimos con ellos, esperamos una recompensa y, cuando esta no llega, nos enfadamos y desilusionamos.
  5. Aceptar que no podemos cambiar el comportamiento de otra persona. No podemos controlar cómo actúa el otro, pero sí podemos expresar lo que sentimos y necesitamos. Si es algo que nos molesta constantemente, es una señal para preguntarnos: «¿Cuáles son mis expectativas? ¿Las he manifestado?”. Si no nos atrevemos a pedir lo que necesitamos, el otro nos defraudará constantemente.
  6. Vivir en presente. No crucemos el puente antes de llegar a él. Conocemos el punto o la condición de partida y, con suerte, conocemos el punto de llegada, pero, para unir estos dos puntos, los caminos que podemos recorrer pueden ser casi infinitos.

Como despedida, te dejo esta reflexión atribuida a Bert Hellinger:

La vida

“La vida te desilusiona para que dejes de vivir de ilusiones y veas la realidad.
La vida te destruye todo lo superfluo, hasta que queda solo lo importante.
La vida no te deja en paz para que dejes de pelearte y aceptes todo lo que es.
La vida te retira lo que tienes, hasta que dejas de quejarte y agradeces.
La vida te envía personas conflictivas para que sanes y dejes de reflejar afuera lo que tienes adentro.
La vida deja que te caigas una y otra vez, hasta que te decides a aprender la lección.
La vida te saca del camino y te presenta encrucijadas, hasta que dejas de querer controlar y fluyes como río.
La vida te pone enemigos en el camino, hasta que dejas de reaccionar.
La vida te asusta y sobresalta todas las veces que sean necesarias, hasta que pierdes el miedo y recobras tu fe.
La vida te quita el amor verdadero, no te lo concede ni permite, hasta que dejas de intentar comprarlo con baratijas.
La vida te aleja de las personas que amas, hasta que comprendes que no somos este cuerpo, sino el alma que él contiene.
La vida se ríe de ti tantas veces, hasta que dejas de tomarte todo tan en serio y te ríes de ti mismo.
La vida te rompe y te quiebra en tantas partes como sean necesarias, para que por allí penetre la luz.
La vida te enfrenta con rebeldes, hasta que dejas de tratar de controlar.
La vida te repite el mismo mensaje —incluso con gritos y bofetadas— hasta que por fin escuchas.
La vida te envía rayos y tormentas, para que despiertes.
La vida te humilla y derrota una y otra vez, hasta que decides dejar morir tu ego.
La vida te niega los bienes y la grandeza, hasta que dejas de querer bienes y grandeza y comienzas a servir.
La vida no te da lo que quieres, sino lo que necesitas para evolucionar.
La vida te lastima, te hiere, te atormenta, hasta que dejas tus caprichos y berrinches y agradeces respirar.
La vida te corta las alas y te poda las raíces, hasta que no necesitas ni alas ni raíces, sino solo desaparecer en las formas y volar desde el Ser.
La vida te niega los milagros, hasta que comprendes que todo es un mil gro.
La vida te acorta el tiempo, para que te apures en aprender a vivir.
La vida te ridiculiza hasta que te vuelves nada, hasta que te haces nadie, y así te conviertes en todo.
La vida te oculta los tesoros, hasta que emprendes el viaje, hasta que sales a buscarlos.
La vida te niega a Dios, hasta que lo ves en todos y en todo.
La vida te acorta, te poda, te quita, te rompe, te desilusiona, te agrieta, te rompe… hasta que solo en ti queda amor.”

Sobre el autor

Maryam Varela

Maryam Varela, PhD en Inteligencia Emocional por la Universidad de Bircham, EE.UU., Psicoterapeuta por el Instituto Europeo de Psicoterapias de Tiempo Limitado, Certificada como Coach por la escuela Tavistock de Londres, Master en Recursos Humanos con Especialización en Comunicación por la Universidad Libre (ULB), Bélgica, Postgrado en Psicología Industrial por la New York University (NYU), EE.UU., Licenciatura en Administración de Empresas por la Universidad Central de Iowa, EE.UU.

La Sra. Varela es una destacada formadora en habilidades directivas, habiendo impartido a la fecha más de doscientos (200) talleres, cursos, charlas y seminarios abiertos al público e In House. Es también socia de CAEC Consulting, reconocida firma de consultoría y coaching en las áreas de Marketing, Recursos Humanos, Finanzas y Gestión brindando servicios a las más grandes empresas de capital sueco en España. Maryam Varela es facilitadora asociada a la firma de capacitación INTRAS.

Para conocer más sobre Maryam Varela: