¿Por qué algunos líderes triunfan mientras otros fracasan estrepitosamente?
En el vertiginoso mundo corporativo actual, el éxito o fracaso de un líder a menudo se reduce a una sola cualidad: su agilidad de aprendizaje. Considera el caso de John, un brillante ejecutivo enviado a liderar la crucial expansión asiática de BFC. Con un currículum estelar de una de las escuelas de negocios top y un historial impecable de superación de objetivos, parecía la elección perfecta. Sin embargo, una vez enfrentado a la ambigüedad y complejidad del nuevo rol, John se paralizó. Evitó tomar riesgos, ignoró las señales de alerta y rechazó buscar la guía de sus líderes. BFC estaba al borde de un bochornoso incumplimiento de sus promesas al directorio y al mercado si John continuaba al mando.
Con gran pesar, el CEO se vio forzado a remover a su otrora prometedora estrella y reemplazarlo por Alex, un líder conocido internamente como «DTM» (difícil de manejar) por su tendencia a desafiar el statu quo y hacer las cosas a su manera. Pero resultó ser un movimiento brillante. Acostumbrado a prosperar en la ambigüedad, Alex rápidamente trazó una estrategia flexible, aprendió de sus errores iniciales, buscó feedback constantemente, y lideró con resiliencia y apertura mental. Su agilidad de aprendizaje elevada fue la clave para revertir la situación y convertirla en un gran éxito.
La dura realidad es que hasta un 67 % de líderes empresariales fracasan en sus puestos, según estudios. ¿El motivo principal? Son promovidos por su pericia técnica e historial pasado, no por su potencial futuro de aprendizaje y adaptación. En un mundo VUCA (volátil, incierto, complejo y ambiguo) ya no alcanza con «más de lo mismo». Se requieren líderes capaces de desaprender, aprender y reaprender continuamente.
La agilidad de aprendizaje, definida como la capacidad de desarrollar y aplicar nuevas estrategias efectivas ante problemas novedosos y situaciones cambiantes, emerge como el diferencial crítico. Investigadores de Columbia y el Center for Creative Leadership identificaron que los líderes altamente ágiles en su aprendizaje se destacan por:
- Buscar activamente experiencias desafiantes que los obliguen a salir de su zona de confort
- Reflexionar en profundidad para extraer insights y lecciones de cada vivencia
- Pedir y ponderar feedback de múltiples fuentes para mejorar su impacto
- Adaptarse con velocidad y flexibilidad ante condiciones nuevas
- Asumir riesgos calculados para innovar y explorar nuevas posibilidades.
Por el contrario, el descarrilamiento de ejecutivos suele ocurrir cuando se aferran rígidamente a fórmulas exitosas del pasado, evitan situaciones inciertas, descartan feedback incómodo y se creen infalibles. Irónicamente, sus fortalezas se convierten en debilidades fatales al sobreutilizarlas en vez de reinventarse.
Afortunadamente, la agilidad de aprendizaje puede medirse objetivamente más allá del desempeño actual, gracias a instrumentos científicos como el Burke Learning Agility Inventory. Las organizaciones visionarias ya están aprovechando estas herramientas para identificar talento oculto, asignar desafíos desarrolladores, diseñar planes personalizados de crecimiento y tomar mejores decisiones de sucesión. Después de todo, en tiempos exponenciales, apostar por ejecutivos con alta capacidad de crear su propio futuro aprendiendo puede ser la mejor inversión.
En definitiva, en la era del cambio disruptivo constante, la agilidad de aprendizaje dejó de ser un «nice-to-have» (o algo no fundamental) para convertirse en una capacidad indispensable de supervivencia y prosperidad. Los líderes que dominen el arte de desaprender y reaprender permanentemente no solo tendrán un futuro asegurado, sino que serán los arquitectos del porvenir de sus organizaciones. La pregunta es: ¿estás haciendo lo necesario para desarrollar tu músculo de aprendizaje ágil y el de tu equipo desde ya?