Se necesita una catarsis integral
Creo que el 2012 es un punto de inflexión entre lo viejo y lo nuevo, entre lo establecido y lo que está por venir. El 2012 es un año revolucionario, en el que se están tambaleando los viejos paradigmas, los patrones de antaño que hasta ahora, pese a su estado de deterioro, funcionaban. Parece que todo a nuestro alrededor está raro, ocurren cosas que nunca habían ocurrido: los estudiantes salen a las calles y rompen todo, pueblos enteros hacen su revolución, la hambruna sigue e incluso la propia tierra grita de incomodidad, y nadie hace nada. Muchos son los que se preguntan: ¿qué está pasando?, ¿qué está ocurriendo?
Se intuye en el silencio de los días, en el conformismo de los miedos, un grito unísono: “¡Basta!”. ¿Basta de….? De correr sin sentido, de solo vivir para trabajar, de la manipulación a la que hemos sido sometidos, del sistema de consumo que tanto nos ha esclavizado, de no poder intervenir, de tener que decir a todo que sí… Queremos hablar, queremos quejarnos, queremos exclamar: “¡Yo decido mi vida!”.
El mundo entero está harto de que los grandes poderes le utilicen, le vacilen, le lleven de aquí para allá a su libre albedrío. Los empleados han dejado de creer en las empresas, la lealtad se ha perdido, porque les han vendido demasiado aire. Ya nadie cree en nada, ya nadie cree en nadie.
¿A dónde hemos llegado? Al desanimo total, a la desconfianza más absoluta, a una crisis de valores sin precedentes. En definitiva, una crisis de confianza. No se trata de buscar culpables, ni de tomar ansiolíticos para superarlo, ni esperar a un redentor que nos saque de aquí. No, eso es lo que hemos hecho hasta ahora y por eso estamos donde estamos. El ser humano siempre espera que las cosas se solucionen – ¡ya vendrán tiempos mejores! – y la vida le pasa de lado. Escúchame, nadie nos va a salvar, cada uno es responsable de su vida, y lo que tenemos que preguntarnos es ¿cómo queremos que sea?, ¿cómo queremos vivir?, ¿cómo queremos ser recordados?
La vida es una decisión continua. No podemos ir por todos los caminos. No podemos vivir en todas partes ni de todas formas: hemos de elegir nuestro camino. Creo que este año es un gran momento para re-diseñarse, para empezar a decidir por nosotros mismos. Ahora que los grandes cimientos se están cayendo y que las firmes creencias se están resquebrajando es un gran momento para reconstruirnos, re-ilusionarnos y replantearnos la propia vida y las cosas de un modo distinto.
¡Qué eso da miedo! Claro que sí, cada vez que nos enfrentamos a un cambio en nuestra vida, aparece el miedo, ¿pero por miedo vamos a dejar de vivir? La estabilidad nos da seguridad, nos hace sentirnos cómodos. ¿Qué es estable hoy día? Nada, por eso hemos de atrevernos más que nunca a salir de esa zona cómoda y expandirnos y pensar por nosotros mismos, y trazar un camino de ilusión, no de apatía. Hoy estamos viviendo arrastrando los pies por la vida.
Hay que re-ilusionar al ser humano, volver a hacerle creer que él tiene arte y parte en su propia vida, en su trabajo, en su entorno, porque lo tiene. Basta ya de ser títeres: queremos ser artistas de nuestra vida, queremos re-diseñarnos, recuperar nuestra soberanía personal, redescubrir la esencia de nuestros valores más profundos, ocupar nuestro verdadero lugar en la vida.
¿Cómo hacerlo? Creo que lo primero es darle vueltas a las cosas, replantearse lo indiscutible, partir de cero para renovarnos en el camino. Es decir, se trata de hacer un proceso de catarsis integral para seguir trabajando y viviendo. Sí eso es, creo que las empresas y los profesionales hoy más que nunca han de pararse y reflexionar, han de re-evaluar sus necesidades actuales, que posiblemente nada tengan que ver con las de antaño, han de ver cómo quieren vivir y trabajar ahora, pues el entorno ha cambiado y nosotros aún no hemos cambiado.
El trabajo ha de hacernos sentir bien, no ha de hacernos sufrir; el desarrollo tecnológico ha de facilitarnos las cosas, no esclavizarnos más; la globalización ha de darnos más oportunidades, no quitárnoslas; el acceso a la información ha de darnos conocimiento, no ignorancia ¡¿Qué estamos haciendo?! Dejándonos llevar y en eso no consiste la vida: la vida consiste en arriesgar.