Un regalo valioso….
Estimo que tendría unos diez años cuando viví este episodio que me dejó marcado de por vida. Luego de presenciar como mi padre le regalaba medio armario (que incluía muchas piezas que me constaba que él se ponía con mucha frecuencia) a unas personas de escasos recursos, le reclamé enfadado que por qué él regalaba cosas que aún utilizaba y que le gustaban. Recuerdo como si hubiera sido ayer su contundente respuesta: “Porque cuando alguien regala lo que le sobra o ya no necesita, no está regalando; simplemente, está aprovechándose de la necesidad de otro para tirar lo que no quiere”. Ese día aprendí que uno solo da realmente cuando entrega lo que no le sobra…
Desde ese entonces, aunque confieso que nunca con el nivel de desprendimiento de mi padre, he hecho el ejercicio consciente de regalar con cierta frecuencia cosas que valoro o que, hasta cierto, punto atesoro. Este ejercicio ha sido no solo altamente gratificante y educativo, sino que cada vez que hago esto, por una vía u otra, la providencia se encarga de que siempre yo reciba con creces una compensación.
Por años, seguí con la práctica sin lograr el sentido de propósito al que aspiraba. Con la madurez que dan los años, comprendí que el limitar este ejercicio a bienes materiales no tenía ni el mérito suficiente ni me brindaba la suficiente sensación de plenitud. Un día, descubrí que este ejercicio de generosidad y desapego cobraba otra dimensión cuando entregamos desinteresadamente lo único que realmente no nos sobra. Me refiero nada más y nada menos que al tiempo. ¿Por qué el mérito de esto? El tiempo es el único elemento que no importa la posición en la que la vida nos haya puesto: absolutamente todos cada día tenemos menos de él. Por lo tanto, cuando le dedicas tiempo a una persona, le estás regalando algo único que jamás podrás volver a recuperar. Y eso, para el que lo sabe apreciar, es un regalo invaluable.
Ya sea un supervisado que necesita orientación, un hijo o sobrino que necesita ayuda con sus deberes, un compañero de trabajo que precisa de una información, un amigo que necesita un consejo, un familiar que quiere ser escuchado, un joven que necesita conocer nuestra opinión respecto a una decisión que debe tomar, un cliente que quiere conocer nuestra perspectiva, un proveedor que requiere instrucciones, nuestra pareja que quiere saber nuestro parecer o, simplemente, alguien que quiere desahogarse: para todas y cada una de estas personas el regalo más valioso que podemos hacerles es dedicarles nuestro tiempo y escucharlos con atención.
Algunas personas me han dicho al comentarles este enfoque: “Pero si ni siquiera tengo tiempo para mí, cómo lo voy a tener para otros”. Les digo que no es mi intención darles a ellos un curso de administración del tiempo, mucho menos cuando yo mismo batallo diariamente contra docenas de distracciones e interrupciones, pero les aseguro que con los hábitos correctos puede ganarse un 30% por ciento de su tiempo productivo al día. Y si uno se gana algo con lo que no estaba contando, no está de más ser espléndido y compartir una parte. Pero antes de pensar en dedicar más tiempo a los otros, el ganar ese tiempo debe ser un ejercicio prioritario, ya que, al igual que con el aprecio y el amor, no se puede dar de lo que no se tiene.
Si tomas la decisión de hacer esto, debes estar pendiente de algo: no es lo mismo dar voluntariamente a que te roben… Así que, debes estar alerta de algunas personas que quieran aprovecharse de tu generosidad y te roben, no solo el tiempo que podrías dedicar a los demás, sino el que debes dedicarte a ti. Con el tiempo aprenderás a tener la asertividad para saber decir no cuando lo amerite. Que este temor no te impida ser generoso con tu tiempo con las personas y causas que lo merezcan y necesiten. Para terminar, comparto esta frase del joven escritor Defreds: “Dedicar tiempo, eso sí es un regalo bonito”.