Unplugging: ¿Sabemos estar presentes?

Somos muchos los que empezamos el año en septiembre. Creo que son reminiscencias de los años escolares. A mí me encanta. Después de un verano lleno de movimiento, me gusta detenerme para poner mi vida en orden, marcarme nuevas rutinas y nuevos propósitos.

Hay quien piensa que la rutina es aburrida, porque quizás la equiparan a la monotonía y al tedio. La rutina, por el contrario, da equilibrio, nos ayuda a gestionar el estrés, nos organiza los días con estructura, nos hace alcanzar metas.

Creo que hoy más que nunca, necesitamos programar diariamente un tiempo para la desconexión digital o unplugging, ya que solo así podremos reencontrarnos con la presencia y vivir conscientes de nuestro aquí y nuestro ahora.

Este verano, me he movido bastante: diferentes países, actividades y foros. Me ha sorprendido enormemente el nivel de adicción a los teléfonos celulares. Las personas van por la calle sin mirar. En las reuniones presenciales y virtuales, sientes que nadie está al 100 % presente y que no pueden apartar los ojos de su pantalla móvil, mirándola de reojo con frecuencia. Incluso en las reuniones familiares, en la playa y en los restaurantes, es raro ver a alguien sin chequearlo.

Esta problemática global nos empuja a vivir con la ansiedad de sentir que debemos estar conectados las 24 horas del día. Nos mantiene en constante vigilancia, por miedo a quedarnos ausentes, a ser excluidos o a perdernos alguna experiencia: el temido y omnipresente FOMO (Fear of Missing Out).

Cuando la red se cae o deja de funcionar correctamente, solemos entrar en pánico y descargar nuestra frustración en quien se cruce primero en nuestro camino. Todo porque algo —o alguien— nos ha sacado de nuestro propio foco, o, mejor dicho, de ese pequeño mundo que habitamos a través de la pantalla.

¿Hasta qué punto somos realmente conscientes de nuestra dependencia? ¿Nos damos cuenta de que la forma en que usamos la tecnología acarrea tres consecuencias graves?

  1. La exposición constante a la luz brillante y, en particular, a la luz azul de las pantallas de teléfonos y computadoras impacta de forma negativa en nuestro comportamiento. Nos mantiene en un estado de anticipación permanente: el flujo incesante de actualizaciones en tiempo real y las notificaciones continuas nos han sumido en una vigilia casi constante.
  2. Nuestro ritmo circadiano se encuentra profundamente alterado, lo que está vinculado con el alarmante aumento de casos de obesidad, insomnio, diabetes, depresión y otros trastornos metabólicos. En lugar de abordar el problema de raíz, optamos por medicarnos. Por ejemplo, en España, el 15 % de las mujeres en la población general (22 % en mayores de 40 años) y el 6 % de los hombres (9 % en mayores de 40 años) tienen, al menos, un envase de antidepresivos en casa.
  3. Padecemos un aislamiento conectado: cada vez estamos más en línea pero menos verdaderamente vinculados, lo que incrementa nuestra sensación de soledad. Es innegable que la digitalización ha facilitado que las personas permanezcan comunicadas sin importar la distancia geográfica. Plataformas como Facebook, Instagram o WhatsApp nos permiten compartir de inmediato momentos de nuestra vida cotidiana.Sin embargo, esta misma facilidad ha dado lugar a interacciones superficiales, donde los “me gusta” y los comentarios sustituyen las conversaciones profundas y significativas. Esto erosiona la cercanía, daña los vínculos afectivos y nos hace creer que la pantalla es un dispensador automático de cariño. Pero la soledad persiste y, en muchos casos, se intensifica, alimentando dinámicas tóxicas. La comunicación constante termina por dispersar el alma: estamos ante una epidemia de aislamiento, que elimina el encuentro personal —la mirada, el rostro, la presencia física— que nutre las relaciones humanas.

Ahora bien, hay esperanza:

«Casi todo volverá a funcionar si lo desenchufas durante unos minutos,

incluyéndote a ti.» — Anne Lamott

 

Cada aplicación, cada botón de tu móvil, es una invitación a la distracción, una nueva oportunidad para desviar nuestra atención hacia cualquier otro lugar. Por eso, en este nuevo año escolar, necesitamos reservar tiempo para desconectarnos y volver a habitar nuestra propia vida, esa que transcurre justo frente a nosotros.

Ese tiempo de desconexión debe servirnos para relajarnos, recargar energía, refrescar la mente, encontrar inspiración en nuevos entornos y ejercitar tanto nuestros músculos físicos como nuestras capacidades mentales.

La ciencia lo confirma: este equilibrio está inscrito en nuestra biología. La recuperación no es un lujo, es una necesidad fundamental. Los músculos se fortalecen cuando descansan tras el esfuerzo. Nuestro cerebro consolida aprendizajes y conecta ideas cuando se le da espacio.

Si creamos espacios para reflexionar, restaurarnos y redirigir nuestra energía, volveremos más enfocados, creativos y, en última instancia, más humanos. Estaremos más presentes en la vida real: socializaremos, saldremos, viviremos «sin ataduras tecnológicas» y nos liberaremos del estrés, lo que se traduce en un mayor bienestar emocional.

Además, esta práctica favorece nuestra salud: permite un mejor descanso visual, reduce el sedentarismo —disminuyendo el riesgo de obesidad— y facilita un sueño verdaderamente reparador.

Recuerda: la desconexión digital no es una moda del siglo XXI, es una necesidad.

Sobre el autor

Maryam Varela

Maryam Varela, PhD en Inteligencia Emocional por la Universidad de Bircham, EE.UU., Psicoterapeuta por el Instituto Europeo de Psicoterapias de Tiempo Limitado, Certificada como Coach por la escuela Tavistock de Londres, Master en Recursos Humanos con Especialización en Comunicación por la Universidad Libre (ULB), Bélgica, Postgrado en Psicología Industrial por la New York University (NYU), EE.UU., Licenciatura en Administración de Empresas por la Universidad Central de Iowa, EE.UU.

La Sra. Varela es una destacada formadora en habilidades directivas, habiendo impartido a la fecha más de doscientos (200) talleres, cursos, charlas y seminarios abiertos al público e In House. Es también socia de CAEC Consulting, reconocida firma de consultoría y coaching en las áreas de Marketing, Recursos Humanos, Finanzas y Gestión brindando servicios a las más grandes empresas de capital sueco en España. Maryam Varela es facilitadora asociada a la firma de capacitación INTRAS.

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