El cambio de esquema…
En diciembre pasado, llamé a un gran amigo para invitarles a su esposa y a él a cenar con nosotros. El principal objetivo de la cena era ponernos al día luego de haber transcurrido un cierto tiempo sin conversar. Una vez me confirmó, acordamos que me encargaría de escoger el lugar y hacer la reserva. Transcurridas un par de horas, mi amigo me escribió el siguiente mensaje: “Incluye a José (nombre ficticio) y a su esposa en la reservación». Atiné solo a responder :“Ah, OK”. Mientras, de mi mente se desvanecía el preestablecido esquema mental de una noche tranquila entre ambas parejas, poniéndonos al día. No obstante, como José y su esposa eran personas súper simpáticas a quienes conocíamos de antemano, readapté mi esquema a pasar una cena divertida entre las tres parejas.
Llegamos al restaurante y mientras caminábamos hacia la mesa, me quedé inmovilizado. Ya no íbamos a ser las tres parejas, sino cuatro. Resultó que José, por su lado, también invitó a otra pareja amiga. Se trataba de personas mayores, y extranjeras a todas luces, quienes, sin exagerar, podrían ser nuestros padres. Para colmo de colmos, como fuimos los últimos en llegar, mi amigo de infancia y su esposa (quienes eran con los que originalmente nos queríamos juntar) estaban en el otro extremo de la mesa, por lo que nos tocaría sentarnos junto a los dos desconocidos mayores que nosotros. Definitivamente, ese escenario no era el esquema que tenía en mente cuando llamé a mi amigo.
Aunque ligeramente contrariado al principio, decidí fluir con la situación. Luego de saludar a todos, procedimos a sentarnos al lado de nuestros compañeros de velada. Como es inevitable, iniciamos conversación. El caballero había decidido jubilarse aquí en el país luego de haber ocupado por largos años una alta posición ejecutiva local en una multinacional. Es un señor muy culto, con una experiencia y vivencias impresionantes. Su pareja es una dulce señora, sobreviviente de un cáncer agresivo que la tuvo en varias ocasiones entre la vida y la muerte. La historia de ellos, y en específico la de los últimos años, es una inspiradora historia de amor y resiliencia. Cada minuto de esa interesante conversación estaba cargado de sabiduría. El punto culminante fue cuando espontáneamente surgió la historia de su hija adoptiva, —la cual es hija de su asistente domestica (que aún vive con ellos)—, a quien le pagaron el colegio y la universidad, y hoy día es una destacada empleada en una institución financiera. Definitivamente, demasiada inspiración para una noche.
La cena terminó y nos despedimos de forma muy efusiva, prometiéndonos vernos de nuevo todos. Confieso que pasé todo el camino de regreso a casa diciéndome a mí mismo con una sonrisa en el rostro: “Y tú que creías que iba a ser una noche muy larga».
¿Por qué en una edición especial de esta revista, dedicada exclusivamente a ayudar a las empresas, líderes y personas a lidiar con las diferentes impactos (actuales y posteriores) de la presente situación, estoy contando esta historia personal? Porque, guardando las abismales diferencias entre una impactante y trágica pandemia global y una cena agradable y casual, el principio que debe regir nuestro comportamiento debe ser el mismo: estar dispuestos y abiertos a cambiar el esquema. Con «esquema», me refiero a la película mental que nos hacemos o a la idea preconcebida de lo que debe ser ideal, correcto, apropiado y conveniente. Y con estar abierto a cambiarlo, me refiero a estar conscientes de que hay situaciones y factores que están totalmente fuera de nuestro círculo de influencia, y que la actitud correcta es fluir con ellos, adaptarnos y buscar las oportunidades de aprendizaje detrás de estos. Con esto, no me refiero a quedarnos inertes, pasivos y expectantes. Me refiero a aceptar la realidad que nos toca vivir, pues, a pesar de que es probable que nos implique grandes retos, no hay otra opción. Pero, a su vez, debemos estar abiertos a la posibilidad de que saldremos siendo mejores de esta nueva realidad.
Quisiera terminar con una exhortación. El mundo que nos espera cuando todo esto termine no será ni mejor ni peor. Simplemente, será distinto. Y quienes prosperen en esta nueva realidad no necesariamente serán los que tengan determinados conocimientos. Incluso es probable que las habilidades que les permitieron a muchas personas llegar a donde están ahora no les servirán para mucho en lo adelante. Además, si algo nos está enseñando esta situación es que no podemos ni remotamente predecir el futuro. Los que entiendo que prosperarán a partir de ahora son los que han desarrollado el músculo de la adaptabilidad. Y adaptarse consiste, en esencia, en no aferrarse a un determinado esquema…