La comunicación extensiva dispersa el alma

Apenas ya nos vemos. Vamos por la calle y todo el mundo va mirando a su celular, ni si quiera a veces se percatan de que el semáforo está en rojo o que al lado de ellos hay una persona que se tiene que mover para no chocar. Ha debido de haber miles accidentes, pero eso no siempre se publica. Tampoco quiero buscar las cifras y causas verdaderas de semejantes desgracias. La ignorancia calma mi desazón. No sé si el tuyo.

Entramos en el super, un restaurante, el metro, una organización, y seguimos mirándole a él, como si fuera el amor de nuestras vidas. Creo que hoy día ni siquiera ya miramos de esa manera al que fuera, y lo digo en pasado, nuestro gran amor. El inapropiado uso de la tecnología nos tiene como alienados, adictos a un aparatito que nos está matando por dentro. Queremos llegar al planeta Marte, pero creo que hace ya años que hemos aterrizado sin darnos cuenta.

No sé cuántos se están percatando de que estamos perdiendo los afectos, la amabilidad, la gentileza. Vamos con el piloto automático y el orgullo de no necesitar la presencia del otro porque creemos que esa pantallita nos lo puede dar todo. Nos importa más un LIKE, de un pseudo desconocido, que una sonrisa verdadera, aunque sea de alguien amable que pase por nuestro lado.

Los habitantes de esta Tierra marciana se han convencido de que las pantallas son las que dispensan los afectos; no parecen conocer el lado humano.  ¿Soy la única superviviente del planeta Tierra? ¿Hay alguien más por ahí? Trato de encontrar mi propósito en esta misión planetaria, pero no alcanzo a verlo. Estoy desesperada. Por favor, que un no alienígena me contacte, aunque sea utilizando un método primitivo: solo necesito que alguien me diga “hola” con una sonrisa y mirándome a los ojos.

Apenas ya hablamos. Nos limitamos a mandarnos wasaps. Todo lo decimos por escrito; a veces verdaderas barbaridades. Como no te veo la cara, me atrevo con todo. Cuánta cobardía. Y también vagancia, porque cuando no me apetece ni siquiera escribirte te dejo una grabación: “Hola, cariño, ¿cómo estás? Te quiero, te quiero, te quiero”. Si fuera verdad, tendríamos ganas de decírselo a la cara, ¿no crees? En vez de amables, cariñosos, nos hemos vuelto cumplidores, “bien quedas”, como decimos coloquialmente en España. Eso sí, todos tenemos una ingente y preciosa colección de emoticonos para quedar de maravilla.

De lo que estoy hablando es que esta hipercomunicación digital, la conectividad ilimitada, no crea ninguna conexión: aísla y acentúa la soledad. Sí, es cierto, las redes sociales multiplican las relaciones, pero no acaban con la so­ledad. Por el contrario, alimentan la toxicidad, destruyen la cercanía y los afectos. Dicho de otro modo, la comunicación extensiva dispersa el alma, porque ha dejado de lado toda muestra de empatía y humanidad. A veces pienso que soy la única que se está dando cuenta de cómo, poco a poco, se está eliminando el encuentro personal, la cercanía, vivimos y compartimos juntos alejados. No me considero tan inteligente.

Apenas sabemos disfrutar. Cuando aterrizamos en esta Tierra marciana, nos proveyeron de una especie de aplicaciones de todo tipo. Según empiezo a manejarlas, me percato de que cada botón es una distracción, una oportunidad para desviar los pensamientos hacia otro lugar, lejos de la magia de la vida que se desarrolla justo ante nosotros.

Los paisajes aquí son bonitos, pero nadie los observa ni los saborea. Creo que algo tiene que ver con la estructura corporal de las personas en este planeta. No son como nosotros. Tienen los dedos de las manos con las yemas muy grandes y marcadas. Además, su cabeza está inclinada hacia abajo, nunca se pone recta. Creo que esa estructura ósea les impide observar, mirarse y hablarse. Si aplico mis conocimientos psicológicos, diría que es un planeta de depresivos (un síntoma de depresión es mirar al suelo).

Entre ellos no se comunican. Cuando necesitan decirse algo, recurren a los botones. Nadie habla. Me siento terriblemente sola. Me siento como un perro verde entre aliens. ¿A quién le importa? Cada uno está a lo suyo, pero ¿qué es lo suyo? No logro comprenderlo, solo puedo discernir LIKES y emojis. ¿Qué hacen? ¿Cómo es su vida? ¿Cuáles son sus sueños? ¿Qué han venido a hacer a este mundo?

Esta gente vive en cubículos rodeados de pantallas. Creo que ni comen. Me dado hambre… ¿Dónde estará la comida? Trato de buscar en el aparato emojis de hamburguesas y cervezas, pero no me salen en la aplicación. Busco entonces las habituales copas de vino y las tartas. Tampoco. Bueno, pues frutas, que siempre hay muchas. Tampoco. ¡Que alguien me saque de aquí! Estoy famélica y sedienta, aburrida, depresiva, ansiosa, sola… ME FALTA LA VIDA.

Quiero volver al planeta Tierra y reencontrar mi alma:

  • Quiero mirar a las personas a los ojos.
  • Quiero comunicarme en presencia con las personas.
  • Quiero escuchar para comprender lo que me cuentan.
  • Quiero celebrar con alguien cuando es necesario o, simplemente, acompañar cuando es lo que procede.
  • Quiero empatizar y que otros sientan también empatía por mí.
  • Quiero ayudar y pedir ayuda sin complejos cuando la necesito.
  • Quiero acompañar a las personas.
  • Quiero preguntar y no suponer.
  • Quiero mostrar apoyo a las personas con las que comparto y dejar que ellas me apoyen a mí.
  • Quiero disfrutar de las diferencias. Prometo aceptar a cada cual tal cual es.
  • Quiero valorar más a las personas y que las personas me reconozcan a mí.
  • Quiero ser persona y tratar a los seres humanos como tal.
  • Quiero felicitar y apreciar a todos, y dejar que también lo hagan conmigo.
  • Quiero decirles más palabras bonitas y de afecto, y escuchar las que vengan en mi dirección.
  • Quiero decir “te quiero” sintiéndolo, y permitir que alguien me lo quiera decir.
  • Quiero chocar por la calle y decir perdón mirando a los ojos.
  • Quiero saludar a los desconocidos con un “buenos días” mirándolos a la cara.
  • Quiero disfrutar, celebrar, reír todo lo que pueda.
  • Quiero dar besos y abrazos sinceros, y también recibirlos.
  • Quiero sentir que estoy viva y rodeada de afectos.
  • Quiero disfrutar de nuestros paisajes internos y externos.
  • QUIERO SER UN SER HUMANO.

Sobre el autor

Maryam Varela

Maryam Varela, PhD en Inteligencia Emocional por la Universidad de Bircham, EE.UU., Psicoterapeuta por el Instituto Europeo de Psicoterapias de Tiempo Limitado, Certificada como Coach por la escuela Tavistock de Londres, Master en Recursos Humanos con Especialización en Comunicación por la Universidad Libre (ULB), Bélgica, Postgrado en Psicología Industrial por la New York University (NYU), EE.UU., Licenciatura en Administración de Empresas por la Universidad Central de Iowa, EE.UU.

La Sra. Varela es una destacada formadora en habilidades directivas, habiendo impartido a la fecha más de doscientos (200) talleres, cursos, charlas y seminarios abiertos al público e In House. Es también socia de CAEC Consulting, reconocida firma de consultoría y coaching en las áreas de Marketing, Recursos Humanos, Finanzas y Gestión brindando servicios a las más grandes empresas de capital sueco en España. Maryam Varela es facilitadora asociada a la firma de capacitación INTRAS.

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