Liderando en silencio

Recientemente, me llamó por teléfono un amigo de infancia que vive en los Estados Unidos y me pidió recomendaciones para un viaje que planea hacer próximamente con su esposa. Decidió llamarme porque sabe que, por razones familiares y de trabajo, yo visito con bastante regularidad el destino al que él piensa viajar y, por ende, quería escuchar mis recomendaciones.

Avanzada la conversación, de repente me di cuenta de que estaba centrándome en darle indicaciones de qué sitios no visitar, ya que a mí me parecían demasiado “turísticos”. No me estaba dando cuenta del hecho de que, para mi amigo que no había ido nunca, estos debían ser un must en su primera visita. Por suerte, me percaté a tiempo del error que estaba cometiendo y redirigí mi conversación.

Cuando concluí la llamada, me quedé pensando en el hecho de que conocer algo con bastante detalle, o estar expuesto con mucha frecuencia a esto, puede incidir en disminuir la percepción del valor real que tiene en realidad. Este principio aplica de forma idéntica a las relaciones interpersonales y tiene un gran impacto en nuestro rol como líderes. Esto se debe a que, tal y como he dicho en otros contextos: «La cercanía resta curiosidad, la proximidad quita novedad y la intimidad disminuye el asombro». O como reza un proverbio francés: «Nadie es héroe para su propio valet”.

Esto quiere decir que las personas más cercanas que comparten nuestra cotidianidad, y están expuestas a todas nuestras versiones, nos perciben de una forma menos idealizada, y esto, obviamente, puede disminuir el aura de fascinación. No se trata de que las personas de nuestro entorno no nos valoren, aprecien nuestras virtudes, admiren nuestro desempeño o reconozcan nuestros esfuerzos. Simplemente, están más expuestas y acostumbradas a estos que los demás.

¿Por qué cuento esto? Porque entiendo que quienes hemos asumido la enorme responsabilidad de liderar a otros debemos tener bien asumido que, en nuestro recorrido, no siempre vamos a recibir los aplausos que merecemos ni el reconocimiento que en un momento determinado como humanos podemos anhelar.

A veces, la llama que ilumina nuestros esfuerzos se apaga ante la brisa de la rutina, los plazos de entrega, y las demandas o exigencias diarias a quienes nos rodean. Pero eso no está mal. Y no está mal porque el verdadero liderazgo no se mide por la cantidad de veces que nos agradecen, sino por la capacidad de seguir dando lo mejor e impactar positivamente en las vidas de quienes nos rodean. Incluso cuando nadie nos lo dice o reconoce.

Debemos asumir e interiorizar que liderar no es solo guiar a otros; es, sobre todo, aprender a liderarnos a nosotros mismos. Y esto implica aprender a automotivarnos. Es levantarnos cada día impulsados no por la ovación, sino motivados por nuestro propósito. Cuando lideramos desde ahí, desde ese espacio silencioso pero firme que da sentido a lo que hacemos, ningún aplauso o reconocimiento externo se vuelve indispensable o esperado… y ninguna ausencia de reconocimiento nos detiene.

A fin de cuentas, tal y como indico en mi charla TEDx: “Dar nuestro 100 % es un ejercicio personal que debemos hacer con el único fin de estar a gusto y satisfechos con nosotros mismos. Si los demás lo reconocen y lo valoran, bienvenido sea; si no, no importa, porque es secundario”.

Sobre el autor

Ney Díaz

Presidente y fundador de INTRAS, reconocida como la principal empresa de capacitación especializada y consultoría formativa en la República Dominicana, con importantes alianzas con organizaciones de España y América Latina. Preside, también, la firma de capacitación Skills y la empresa Summit, especializada en la organización de eventos corporativos. Es, asimismo, editor en jefe de la Revista GESTIÓN y Senior Advisor de Executive Education para República Dominicana de la IE Business School de España.

Como autor, ha publicado los libros «RESTART» y «Las 12 preguntas». Puede encontrar más de los escritos de Ney Díaz en su blog en https://neydiaz.com/blog.

Para conocer más sobre Ney Díaz: