Las mujeres profesionales toman las riendas de su propia vida y se dan su lugar

Ya son 35 años de experiencia escuchando personas. “Pintan canas”, como dicen en mi tierra. Las canas no solo vienen acompañadas de arrugas, sino también de perspectiva, al menos eso espero. Creo que son esos cabellos grises los que me han permitido tener una visión ampliada de los derroteros que va tomando la sociedad, contemplar el variado e infinito mundo de las relaciones, tomar consciencia de las metamorfosis generacionales que van emergiendo y percatarme –con cierta nostalgia– de como otras empiezan a abandonar sus sueños (unos cumplidos otros sin cumplir), algunas con añoranzas, otras con amargura, y otras eternamente felices y satisfechas.

Podría hablar de la falta de recursos emocionales de las flamantes generaciones, pues es un tema que me preocupa enormemente, sobre todo desde que leí varios escritos de la psicóloga y superviviente de Auschwitz, Edith Eva Eger, que explica que los niños más mimados y consentidos fueron los primeros en morir en los campos de concentración. Siempre esperaban que alguien fuera a salvarlos y, cuando no aparecía nadie, se rendían. No habían aprendido a sobrevivir por sus propios medios.

Quizás a tu pesar y a mi sentir, este tema lo dejo para otro momento, porque hay un asunto que me tiene ahora más inquieta: las mujeres profesionales que me piden consulta porque se sienten desubicadas en su vida. Es como si hubieran estado corriendo un maratón de multitareas durante 25 años, y ahora, en torno a los 50, se dan cuenta de que no saben qué han estado haciendo ni por qué. Tampoco pueden discernir si ha tenido algún sentido, y, lo que es aún peor, no divisan un horizonte luminoso, sino velado.

Durante todo este tiempo, han estado corriendo por la vida, han tenido encendido el piloto automático. El circuito de su maratón ha consistido en trabajo en multinacional, cuidado de niños, traslados a las actividades extraescolares, preparación de comidas y cenas, organización de fines de semana y vacaciones, actividades en pareja, actividades de familia, visitar la familia extendida, hacer algo con amigos, ir al gimnasio, comer sano, estar al día de la moda, de las redes… La carrera, debido al gran número de participantes, se decidió llamar “HACER POR Y PARA LOS DEMÁS”.

Tras años compitiendo en esta prueba de resistencia y desafío personal, han sobrepasado sus límites y hoy se puede decir que han tocado fondo. Se encuentran extenuadas, agotadas, con su energía casi erosionada. Llevan más de 25 años sin dedicarse a ellas, y, si lo hicieron, siempre fue en el último lugar. La balanza del dar y el tomar en su vida está totalmente descompensada. Jamás o muy pocas veces se han permitido tomar un descanso. Viven en tiempos de feminismo, pero son hijas del sacrificio y la abnegación. No se han atrevido nunca a ponerse en el primer lugar de su vida. Consideran que eso es ser egoísta, y ahí está el origen de su equivocación.

 

Son valientes y proactivas a la hora de “HACER”, y huyen como de la peste del verbo “ESTAR”. No quieren parar. No quieren conjugar ni vivir en el único verbo humano: el verbo ser/estar. Les da pavor encontrarse consigo mismas. No quieren enfrentarse a un espejo con grietas que les reflejen su pérdida de alegría e ilusión. No se reconocen. Llevan demasiados años sin habitarse. Sin cuidar de sí mismas. No saben quién son HOY. Sí saben lo que han hecho y a eso se intentan agarrar mientras el nido esté aún lleno.

La crisis de la mediana edad suele venir provocada por la llegada de la menopausia y, a veces, por el nido vacío. Esta revolución emocional es un punto de inflexión que les aporta la vida para reconsiderar ciertas creencias, pensar en sí mismas sin sentirse culpables y tomar la determinación de vivir de verdad. “Es un momento en el que la mujer dice: ‘Ahora me toca a mí y me voy a dar mi sitio’”, como ha dicho Sylvia de Béjar.

¿Cómo pueden llevar a cabo esta mutación?

  1. Establecer límites entre la generosidad y la sumisión. Sé que esta es una línea muy fina. Como ya mencionamos, son muchas las mujeres que vuelcan todos sus esfuerzos en su entrega y dedicación a los demás, olvidándose de su propia voz. A veces no se dan cuenta que esa necesidad extrema de complacer a los demás, por encima incluso del propio bienestar, puede conllevar consecuencias nefastas no solo para ellas, sino también para los que intentan ayudar. Priorizar las necesidades de los otros hace que el estrés, con todos sus efectos adversos para la salud, se convierta en el protagonista de la vida. Y será solo cuestión de tiempo que caigan en una depresión. Otra consecuencia que se ha de tener muy presente de ese sacrificio es que puede hacer sentir culpable al que se ayuda. Citando a Richard y Rachael Heller: “Todos los sacrificios por el bien de los demás podrían acabar siendo un sacrificio mucho mayor del que te has imaginado”.

 

  1. Saber cuáles son sus necesidades e ilusiones para prestarles más atención a las necesidades e ilusiones. Puede parecer fácil, pero para algunas mujeres no lo es en absoluto: se han olvidado de sus sueños y sus disfrutes. Así que la primera tarea debe consistir en encontrar ilusiones o reencontrar algunas o crear otras nuevas. Se trata de quitar la niebla al horizonte y darle luz de nuevo. A veces tendrán que bucear en su infancia para encontrar hallazgos y revivir recuerdos de esperanza.

 

  1. Pensar con qué personas es especialmente importante practicar el egoísmo sano. No decir sí cuando quieren decir no, y dejar de justificarse constantemente. Las justificaciones solo demuestran que no están convencidas del derecho a decir no. Es importante reparar en que el egoísmo sano tiene dos claros saboteadores en su camino: el miedo y la culpa. Cuando se trata de ser responsable, la culpa y la responsabilidad están muy unidas. Ser responsable significa tener el poder de cambiar las circunstancias con actos. Pensar en obrar de cierta forma, cuando en realidad se prefiere de otra, es dejarse manipular por la culpa.

 

 

  1. Aprovechar esta oportunidad para transformar la vida. ‘Esta eres tú y esta es la vida que vas a llevar’. Si a los demás les parece bien, estupendo; y si no, es su problema. Es un egoísmo sano.

 

  1. Tratar de tomar té consigo misma.

Y quiero terminar con una reflexión extraída de mi libro El coeficiente del amor de lo que yo entiendo por mimarse:

Cuidarse con ternura, calidez, comprensión y amor; alegrarse de los propios triunfos, hablarse lindo; valorar las cualidades individuales; observar con autocompasión los fallos y errores; abrir el corazón; ablandar y suavizar los lugares interiores para que pueda entrar la benevolencia (comprensión y tolerancia). Tener en cuenta los deseos y las ilusiones; hacer pequeñas locuras (incorporar la zona loca o zona de expansión); hacer lo que a uno le da la gana, sin pensarlo demasiado, impulsado por la pasión, el momento, la amistad. Pasear y llenarse de aire y sol; escuchar música que a uno le guste y quizás atreverse a bailarla; estar con amigos; cocinar y comer sano; abrazar, besar y acariciar a quienes queremos; compartir tiempo en familia; darse un baño de azúcares; escuchar a los demás; pedir consejo si te apetece o lo necesitas; estar en mutismo y disfrutar; dormir; cantar; ir en bici a contemplar el mar; cultivar plantas y flores; ver una buena película; leer un libro inspirador; escribir notas sobre un papel en blanco; fabricar sueños, releer nuestros diarios; reír, escuchar el sonido de un violín, un chelo, o un clarinete, etc. Existen infinidad de formas de autocuidado, que a cada cual le ayudarán a sentirse mejor, éstas son sólo algunas de las que a mí me gustan.

Sobre el autor

Maryam Varela

Maryam Varela, PhD en Inteligencia Emocional por la Universidad de Bircham, EE.UU., Psicoterapeuta por el Instituto Europeo de Psicoterapias de Tiempo Limitado, Certificada como Coach por la escuela Tavistock de Londres, Master en Recursos Humanos con Especialización en Comunicación por la Universidad Libre (ULB), Bélgica, Postgrado en Psicología Industrial por la New York University (NYU), EE.UU., Licenciatura en Administración de Empresas por la Universidad Central de Iowa, EE.UU.

La Sra. Varela es una destacada formadora en habilidades directivas, habiendo impartido a la fecha más de doscientos (200) talleres, cursos, charlas y seminarios abiertos al público e In House. Es también socia de CAEC Consulting, reconocida firma de consultoría y coaching en las áreas de Marketing, Recursos Humanos, Finanzas y Gestión brindando servicios a las más grandes empresas de capital sueco en España. Maryam Varela es facilitadora asociada a la firma de capacitación INTRAS.

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