Mentalidad de abundancia: un cambio cultural
Por este tiempo de pandemia y temas asociados, todos nos hacemos estas preguntas: ¿en cuánto se disminuirán mis ingresos, cómo lograré sobrevivir a este momento, llegaré a fin de mes, existirán los recursos para cubrir la nómina, será posible mantener a los colaboradores, y, desde la perspectiva personal, cuántas facturas de servicios se podrán quedar sin pago? En fin, preguntas que nos deben conducir a una reflexión.
Trabajé muchos años en programas que tenían como objetivo la disminución de la pobreza y observé impactos, pero muy lentos y de elevado costo, frente a lo que se obtenía como beneficio final para las poblaciones usuarias, hoy en día muchas de ellas en las mismas condiciones. Creo que uno de los problemas fue diseñar programas, instrumentos, esquemas y formas de ayuda sin el consentimiento de los interesados, en especial aquellos que quieren recibir sin tener la menor intención de dar o aportar para su propio bienestar.
En muchos casos, alimentamos la pereza, así como promovimos el desgano, la incompetencia y la mala calidad en productos o servicios, lo que posteriormente se convirtió en desesperanza para los que, bien intencionados, deseábamos y añorábamos una mejor calidad de vida para aquellas franjas poblacionales en los que no se vislumbraba ilusión de un mejor mañana.
Ahora he entendido que tratar de sacar de la pobreza a la gente con un crédito, en especial en ciertas poblaciones marginadas que acuden a la usura, en muchos casos a tasas de interés por encima del mercado, es una tarea difícil. Por supuesto, no es imposible, pero sí de mucha inversión de todo tipo (no solo material o económica, sino en especial humana) para convencer y persuadir a los miles de candidatos que ingresen a estos programas.
Hace tiempo, dejé de trabajar en el sector informal de la economía y ahora me muevo en el mundo de los medianos y grandes empresarios. Trabajo como consultor de empresa, y mi relación va desde atender a un presidente de compañía, un gerente o un equipo de trabajo hasta un grupo de colaboradores de diversas compañías y segmentos.
Para mi sorpresa, encuentro elementos similares entre una y otra experiencia, sobre todo en la forma como muchos empresarios y trabajadores piensan y entienden la vida; en este caso, cómo tienen previsto su futuro financiero, en especial cuando la mente los conduce a enfrentar momentos como el actual. Algunos dicen llegó la crisis y otros creen que continúa la crisis. He recordado mi trabajo anterior porque muchos de los colegas que encuentro en el camino han comprado la idea de que las deudas los pueden sacar de pobres y que es válido tener no una, sino varias tarjetas de crédito. En los empresarios, veo aquella idea de llenarse de materias primas, inventarios y deudas, cambiando la figura de proveedor a acreedor porque el mundo de hoy es así, un modelamiento que no siempre es apropiado.
A muchas empresas, si hoy les cambiara el mercado, o a los colegas, incluyendo directivos de empresas, si hoy se les terminara su contrato, sus ingresos también lo harían, y esa es la primera reflexión: si nuestros ingresos están ligados exclusivamente a un tipo de negocio o pago por un trabajo, en otras palabras a un ingreso exclusivo o salario, debemos pensar que, en efecto, hacemos parte de los ciudadanos, trabajadores, empresarios o emprendedores de alto riesgo y que en cualquier momento podemos ingresar en los círculos de escasez.
Muchas personas quieren un estándar de vida sin tener la capacidad financiera para llevarlo o atenderlo y acuden a vivir del préstamo, “un estilo de vivir al prestado”, para obtener un bien a como dé lugar. La adquisición de un auto, una casa, una nueva sucursal, o cualquier otro bien, incluyendo un helicóptero o avión privado, sin el estudio requerido provoca una tensión constante en el cuerpo por una mala decisión y planificación. Creo que es un mal negocio. Necesitamos ser inteligentes para no apostar nuestra tranquilidad en bienes que nos dan alegrías cortoplacistas. Un celular, un televisor o un carro puede ser la mejor forma de ver cómo llega la pobreza a nosotros.
No deseo mezclar la visualización que debemos tener todos los humanos para proyectar lo que queremos, pero, mientras eso ocurre, debemos aprender a vivir con lo que podamos pagar, y aquí me refiero a empresas y personas. El factor clave para ingresar al grupo de las personas tranquilas y con perspectiva de millonarios es gastar menos de lo que recibimos para poder hacer un ahorro, el cual debe irse incrementando y, así, evitarnos las deudas matadoras y gestoras, en muchos casos, de pobreza tanto empresarial como personal.
Algunos colegas viven pensando en la pensión y tienen sus sueños puestos en esa promesa, cada vez más escasa en nuestra región por la crisis de las entidades públicas como los institutos de seguros sociales para atender a los miles de aportantes esperanzados en esa posibilidad, que en otra época fue fundamental para la clase trabajadora, pero que ahora tiene limitantes y pocas posibilidades de garantizar una pensión por no tener recursos en caja.
Por ello, deseamos reflexionar sobre la necesidad que tenemos las empresas y trabajadores de pensar en diversificar nuestros ingresos y volvernos inteligentes en el uso de los flujos de caja, créditos o tarjetas a nuestra disposición. A vía de ejemplo, si utilizamos el crédito es porque vamos a invertir y sabemos, por los estudios y cálculos hechos, que esa inversión permitirá retornar el dinero prestado y obtener una rentabilidad para nosotros o para el negocio que se ejecute.
Igualmente, sucede cuando hablamos del manejo adecuado de una tarjeta de crédito desde la perspectiva de la inteligencia. Bienvenida si sabemos qué hacer con ella, como, por ejemplo, utilizarla durante todo el mes, con todo lo que usted desea y necesite adquirir, pero a final del mismo período pagar lo que gastó. Esa es una norma mínima, sencilla e inteligente para alguien que no desea que la crisis lo tome por sorpresa.
Algunos colegas al leer este artículo puede que ya estén pasando por estas circunstancias y se encuentren en un momento crítico, endeudados y muchas veces sin saber qué hacer, quedando mal con acreedores y perdiendo lo más importante que tenemos las empresas y los humanos: nuestra credibilidad y el respeto de los demás. Un consejo es llamar a todas las personas y empresas a las que les debe y hacer un plan de pagos, empezando, de ser posible, por las deudas más pequeñas u onerosas y aplicando la fórmula mágica de gastar menos de lo que se recibe.
Ahora bien, no nos podemos quedar toda la vida restringiéndonos. Debemos hacer un plan para vivir como queremos: viajar, disfrutar, darnos los placeres y gustos que deseamos. Y allí, los descubrimientos de la ciencia nos ayudan, pero no es suficiente. Debemos hacer más que visualizar y tener buenas y fortificantes ideas. Hay que hacer, hay que ser ejecutores y actores de nuestra propia vida financiera. En nuestras organizaciones, necesitamos un líder al frente de las finanzas y en nuestras vidas, un alma que entienda como se puede vivir en abundancia, en especial cómo llegar allí.
Dejar de depender de un solo producto o servicio, una sola línea de negocio, o, en el caso personal, de un salario, un honorario, un pago, una comisión, etcetera, y empezar a construir un futuro financiero con base en la diversificación de los ingresos que recibimos es una especie de ser agente independiente, es renunciar a una sola fuente, es renunciar a depender de una pensión y armar nuestro portafolio de ingresos, al que le podemos sumar la pensión, para ser independientes y prósperos.
Yo les coloco un reto: examine de dónde provienen sus ingresos, cuántas fuentes tiene, cuánto ahorra actualmente, qué deudas posee y cómo proyecta su futuro financiero. Una vez que lo haga, podrá ver con más claridad hacía donde va, y, tal vez, tomar una decisión, dejar de depender, para atreverse a liberarse y enfocarse en un futuro próspero y garantizado que un proveedor, acreedor, una tarjeta de crédito o un bien material no le amarguen el rato y le fastidien su vida.
Anímese a generar otras fuentes de ingreso. Le confieso que yo ahora tengo varias fuentes de ingreso y eso me hace estar muy tranquilo. Si un día la universidad me dice que ya no me quiere, no debo vender mi tranquilidad a nadie. Le garantizo que puedo seguir durmiendo porque tengo otras fuentes que me facilitan conciliar el sueño.
Muy probablemente, necesitamos armar círculos de riqueza y no de pobreza. Iniciemos con nosotros mismos y demos el ejemplo a nuestros colaboradores e hijos. Si en algo sirve mi ejercicio fue encontrar como empresa una diversificación que incluyera dos aspectos: seguir en lo que me apasiona y no tener que entrar en negocios desconocidos. Así fue que, a la docencia, cursos, talleres, conferencias, coaching, etcétera, vinculé el escribir. Ahora tenemos una muy fuente de ingresos por venta de libros, y con eso hemos cubierto lo que el COVID-19 ha impedido. Allí entendí lo maravilloso de tener la organización y mi vida con varias fuentes de ingresos.
Hasta siempre…