Carlitos Páez: El legado de la actitud y la resiliencia

Hay situaciones adversas o coyunturas inesperadas en la vida que, cuando hacen su aparición, no solo cambian de forma abrupta su curso, sino que nos cambian a nosotros para siempre. Esto fue lo que el 13 de octubre del 1972 precisamente le sucedió a un jovencito uruguayo de 18 años de edad al que sus amigos y familiares llamaban Carlitos. Ese fatídico día de primavera en el hemisferio sur, Carlitos Páez se embarcó junto con amigos, compañeros uruguayos de equipo y algunos familiares de estos en un viaje que cambiaría para siempre sus vidas y la de muchos otros. El avión de la fuerza aérea uruguaya en que volaban con destino a Chile para participar en un torneo de rugby tuvo un accidente en uno de los lugares más inhóspitos e inaccesibles de la cordillera de los Andes. Setenta y dos días después solo 16 de esos 44 pasajeros fueron rescatados con vida…

Hoy día, Carlitos, tras una dilatada carrera en el mundo de la publicidad y las relaciones públicas, se dedica a ir por el mundo narrando su historia. Pero más que eso, está enfocado en compartir las grandes lecciones que todos podemos extraer de esta experiencia de vida. En su relato de los sucesos acontecidos en los Andes, Carlitos siempre cuenta su increíble historia de supervivencia desde una óptica positiva que logra motivar e inspirar a la audiencia a través de la emoción, estimular la reflexión y movilizar a la acción. En su libro Después del día 10, comparte los pormenores y grandes lecciones extraídas de esta desgarradora pero inspiradora historia. En su segundo libro, Mi segunda cordillera, Carlitos narra el difícil camino peleando la batalla que muchas veces resulta la más difícil, la de luchar contra uno mismo. Su obra más reciente, Desde la cordillera del alma, constituye un testimonio de cómo autoliderar nuestra vida tras las adversidades y los tropiezos.

Tuvimos la oportunidad de entrevistar a Carlitos para Gestión y, como era de esperarse, recibimos más de lo que esperábamos de este hombre que no solo tiene mucho que decirnos, sino que enseñarnos. Esperamos que la disfruten tanto como nosotros.

1. Usted es coprotagonista de una de las historias más dramáticas de supervivencia, adaptación y resiliencia de los últimos cincuenta años: el accidente en el que un avión militar uruguayo con los integrantes de un equipo de rugby, familiares y amigos a bordo se estrelló en uno de los lugares más inhóspitos del mundo: la cordillera de los Andes. ¿Cuáles han sido las lecciones más trascendentes que aprendió en este suceso que muchos llaman “el milagro de los Andes”?

El primer aprendizaje fue que, cuando a uno le pasan cosas, el mundo no se detiene. Por eso, hay que dejar de esperar y empezar a actuar. Hay que hacer que las cosas pasen: Nosotros fuimos a buscar a los helicópteros que nos rescataron, no fueron los helicópteros los que vinieron.

Luego, la lección más trascendente es que la actitud es lo que mueve todo. En la cordillera, hubo dos cosas que funcionaron: la actitud y la humildad. Las dos, que van de la mano, fueron fundamentales para que lográramos sobrevivir a esa historia increíble. Yo lo que les digo es que hay que pelear un día a la vez. De acuerdo a cómo vienen las cosas, pelearlas con toda la pasión y la actitud. Eso es lo que nos va a dar el resultado del próximo día.

Otro aprendizaje importante lo aprendí más tarde. Es la frase de San Francisco de Asís que dice: “Comienza por hacer lo necesario, después lo que es posible, y te encontrarás haciendo lo imposible”. Nosotros lo hicimos hace cincuenta años.

2. ¿Qué ha aprendido sobre el trabajo en equipo y la importancia de confiar en los demás?

Tengo una frase que dice: “El grupo es un respaldo indestructible que ayuda a despertar las cualidades dormidas en cada uno de sus integrantes”. Creo fundamentalmente en el trabajo en equipo. De hecho, la historia nuestra es una historia notable de trabajo en equipo. Está considerada como una de las historias donde todos fuimos parte de ese gran triunfo, los que caminaron hasta encontrar ayuda, los que no caminaron. Creo que fue una historia que no pudo ser individual. Es una historia netamente grupal. Todos teníamos el mismo objetivo porque queríamos vivir y volver a casa. De hecho, es una de las historias más monumentales de trabajo en equipo. En Estados Unidos, universidades usan el libro Alive (Viven en castellano) para hablar sobre el tema de trabajo en equipo.

3. ¿Cuáles son las cualidades que más admira en las personas y los líderes? ¿Cuál cree que es la cualidad que más lo ha ayudado a lo largo de su vida desde el accidente en la cordillera?

Una de las cualidades que más admiro es el respeto y la puntualidad. La puntualidad es el principio del respeto. Otra cualidad es la honestidad. Y la solidaridad. Ni hablar que en la cordillera tuvimos la solidaridad muy presente. Sin duda, esas son las cualidades que más admiro.

En los líderes, yo creo que la perseverancia es lo más importante, y el trabajo. El trabajo va de la mano con el liderazgo. No creo en los líderes que están sentados, dando órdenes. Creo en los líderes que se involucran en la acción.

El optimismo es lo que más me ha ayudado en la vida, y lo que más me ha aportado para ayudar a otros. Eso fue parte fundamental en la cordillera.

Y el sentido del humor también fue fundamental porque nos aparta del drama que estamos viviendo. El humor es un escudo que a mí me defendió. En esas condiciones en la cordillera, había que poner humor

4. ¿Qué piensa acerca de tener humildad ante la vida?

Creo que la humildad es una de las cualidades más importantes del ser humano. De hecho, yo tengo una frase que dice: “Actitudes soberbias, resultados humildes, y actitudes humildes, resultados soberbios”. En la cordillera de los Andes, Dios nos enseñó que el camino era por el lado de la humildad. Cada vez que nos creímos, Dios nos pegó un garrotazo y nos dijo: “Señores, es por abajo”. Tuvimos que pelear siempre desde la adversidad, diciéndole que “sí” al “no” desde la humildad.

Lo que más me conmueve de la condición humana es justamente cuando hay actitudes humildes. Lo que detesto son las actitudes arrogantes, cuando se creen mejor. Eso es lo que destruye la humanidad, la arrogancia, que, en definitiva, es un mecanismo de defensa.

5. ¿Qué lo inspira a usted?

Mira, curiosamente, lo que más me inspira es una película que se llama La vida es bella, donde el protagonista, con humor, encaró la vida que le tocó de una manera, creando la ilusión de un futuro a su hijo. Por otro lado, mi mayor inspiración ha sido mi padre, Carlos Páez Vilaró, un pintor famoso, —digamos que un Dalí uruguayo—, que se manejó siempre con muy buena actitud. Mi padre también fue una persona importante en la historia de los Andes porque nunca claudicó en seguir buscando, impulsado por mi madre. Él decía que el obstáculo es el mayor estímulo.

6. ¿Dónde podemos encontrar, en medio de la incertidumbre, sentido a la vida y a lo que hacemos?

Creo que las cosas pequeñas son las que dan sentido a la vida porque, cuando hay sucesos como lo fue el de la cordillera de los Andes, lo que más valoramos nosotros —y lo que más extrañábamos nosotros— eran las pequeñas grandes cosas como ver salir el agua. A veces, uno le da más importancia a otras cosas, y nos suceden cosas como lo que vivimos nosotros. Creo que, de las pequeñeces, —de muchas cosas pequeñas—, se hace un todo más grande. En los Andes, nuestra lucha era por cosas simples, muy pequeñas, y aprendimos que las pequeñas grandes cosas dan sentido a la vida.

Yo personalmente encuentro sentido cuando doy una conferencia porque la gente se involucra mucho con la historia. La historia nuestra es extraordinaria, protagonizada por gente común a las que nos tocó una historia extraordinaria. Ver crecer a mis nietos, esas son de las cosas que me dan una razón para vivir: la continuidad de la vida. Al final, triunfó la vida.

7. ¿Qué lo ha ayudado a usted a enfrentar la frustración, que en algún momento a todos nos invade?

Para manejar la frustración, me ayuda el optimismo, el reírme de mí mismo, el ver que las cosas ya pasaron. Muchas veces me frustré. La cordillera fue continuamente frustrante. Yo digo que la lucha permanente me ayudó a enfrentar la frustración. Nuestra lucha fue de adaptación, solidaridad y de mucho amor. Yo peleaba por vivir, para volver con mi mamá, mi papá, mis hermanas, mi abuela y mi perro.

8. ¿Cuál es el principal desafío que enfrentan la humanidad y las organizaciones en los tiempos que estamos viviendo?

Sin duda, lo que yo más creo es que la incertidumbre es el principal desafío. Están cambiando el guion de la vida permanentemente, ya sea con la pandemia, con la guerra, con todas las cosas que pasan (que sube la bolsa, que baja la bolsa), y lo que tenemos que hacer es tratar de adaptarnos a esas condiciones —o tratar de revertirlas—, siempre con actitud de sí se puede, con pasión, con ilusión, con corazón. Al “no” de la vida, gracias a la actitud, podemos decirle que “sí”.  Hay que convertirse en el timonel de nuestro propio destino porque la historia cambia, así como hicimos nosotros en la cordillera al enterarnos, en el día diez del accidente, que se detendría la búsqueda.

9. ¿Qué cosas lo hacen sentir optimista acerca del futuro de la humanidad y de las organizaciones?

Lo que me hace sentir optimista es justamente la continuación de la vida. Gracias a la experiencia que yo viví en la cordillera de los Andes, entendí que la continuación de la vida es, en definitiva, un homenaje a la vida misma porque hoy, gracias a que estoy vivo, hay ocho personas más (tengo dos hijos y seis nietos). Y de lo que se trata es de homenajear a la vida permanentemente. La vida me ha enseñado que merece la pena vivirla. Vale la pena nuestra actitud, vale la pena nuestra pasión, vale la pena nuestra ilusión, para que lo que triunfe sea la vida.

Sobre el autor

Carlitos Páez
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