Alinee sus estrellas…

A principios de mayo del 1997, un día de semana cualquiera mientras leía la prensa, vi un diminuto anuncio que solicitaba un director ejecutivo para una organización empresarial. La descripción me pareció interesante y, definitivamente, yo cumplía los requisitos, así que, como estaba en esos momentos planteándome un cambio profesional y no tenía nada que perder, preparé mi CV y lo llevé al apartado postal que indicaba el anuncio.

Varias semanas después, recibí la llamada para una entrevista en las oficinas de una empresa en la cual precisamente me había entrevistado unos meses atrás para una posición laboral. Asumí, como es lógico, que esta se trataba de una segunda entrevista para esa posición y, aunque lo que me habían planteado en ese entonces no me resultaba del todo atractivo, apliqué un consejo que había recibido tiempo atrás de mi padre: “Debes ir siempre a todas las entrevistas de trabajo a las que te inviten; hay que dejar siempre las puertas abiertas, pues el mundo da muchas vueltas”. Por lo tanto, decidí ir para ser coherente con un consejo que ya había incorporado.

Llegó finalmente el día de la entrevista y, tras una corta espera, una asistente vino a buscarme a la sala de recepción. Luego de caminar por un largo pasillo, entré a un pequeño salón de reuniones. Para mi sorpresa, había cinco personas en la mesa, pero para mi mayor sorpresa, la entrevista no era para la empresa en cuestión, sino para la posición de director ejecutivo para la organización que había enviado mi CV semanas atrás. Casi al final de la entrevista, la cual fue muy intensa, uno de los entrevistadores me preguntó por mis hobbies. Le comenté que, entre otros, uno era escribir y los invité a leer un artículo de portada sobre la globalización que saldría precisamente ese próximo domingo en la sección económica de un prestigioso medio impreso. Terminó la entrevista y nos despedimos cordialmente. El miércoles o jueves de la semana siguiente fui citado de nuevo. Al llegar, me indicaron sin muchos rodeos que les había encantado mi artículo y que entendían todos por consenso que yo era la persona que ellos buscaban. Inmediatamente, recibí una oferta laboral que no pude rechazar.

Ahora vayamos un poco atrás en el tiempo. En los últimos meses del 1996, dando rienda suelta a mi pasión por escribir y con el objetivo de compartirlo con mis alumnos de la universidad, redacté un artículo analizando la aplicabilidad en el mercado local de las tendencias de consumo expuestas en un famoso libro de la época titulado el Informe Popcorn. Al terminarlo, se me ocurrió que sería interesante poder compartir el artículo en algún medio escrito, por lo que me dirigí a varios periódicos sin tan siquiera conocer a sus editores económicos. Poco menos de un mes después, salió publicado en la portada el artículo titulado Popcorn con Guandules en la sección económica dominical de un muy importante medio local. La acogida de este artículo fue tal que dio pie a una colaboración con este medio que derivó en varios artículos más de portada en los meses subsiguientes. Y resulta y acontece que el más reciente de estos artículos había sido el factor determinante para yo obtener tan interesante trabajo.

Nunca olvido como en esa época cuando contaba a mis familiares, amigos y colegas cómo había ocurrido todo, escuché en más de una ocasión la expresión “se te alinearon las estrellas”. Y esa es la realidad, pues si esa entrevista hubiese sido la semana después de la publicación del artículo, nunca hubiese obtenido aquel empleo. Definitivamente, las estrellas se alinearon y bien alineadas.

Ahora, ¿por qué les hago esta historia? Simplemente porque a medida que han pasado los años y he analizado esta situación, y muchas otras en las cuales se me han “alineado las estrellas”, he aprendido, que contrario a nuestras creencias, las estrellas nunca se alinean solas. Para que estas se alineen hay que empujarlas y allanarles el camino. Y esta misma historia tiene muchos ejemplos de ello. Por un lado, redacté un artículo que me había exigido varias noches en vela para cumplir con el compromiso asumido de publicarlo en esa semana (si hubiese negociado publicarlo una semana más tarde como me vi tentado varias veces, quizás no hubiese obtenido el trabajo). Por otro lado, imprimí y llevé personalmente a aquel apartado mi CV (con toda la logística que esto implicaba en aquel entonces). Además, me presenté a una entrevista, casi a regañadientes, solo por ser coherente con mis principios. Definitivamente, las estrellas se alinearon, pero yo sin darme cuenta les había despejado bastante el camino…

Si luego de leer esto usted hace un pequeño ejercicio de introspección y trata de hacer un cronograma de las acciones previas a todos los acontecimientos relevantes en su propia vida, tanto en el plano personal como el profesional, le aseguro que va a identificar al menos dos o tres hechos en los que usted ayudó a alinear sus estrellas. Así que, cuando se encuentre en una situación o lugar en los que no sabe muy bien por qué está ahí, o esté realizando una labor cuyo fin no entiende muy bien, tenga fe. Es probable que usted esté ayudando a alinear alguna estrella…

Sobre el autor

Ney Díaz

Presidente y fundador de INTRAS, reconocida como la principal empresa de capacitación especializada y consultoría formativa en la República Dominicana, con importantes alianzas con organizaciones de España y América Latina. Preside, también, la firma de capacitación Skills y la empresa Summit, especializada en la organización de eventos corporativos. Es, asimismo, editor en jefe de la Revista GESTIÓN y Senior Advisor de Executive Education para República Dominicana de la IE Business School de España.

Como autor, ha publicado el libro Las 12 preguntas. Puede encontrar más de los escritos de Ney Díaz en su blog en https://neydiaz.com/blog.

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