El gran poder de saber comunicar: Comunicando-me
Martin Buber, en la filosofía del diálogo, señala “el yo-tú y el yo-ello”, significando que el ser humano se relaciona de esas dos formas; “yo-tu” como esa forma de respeto por el otro, cuando dirijo mi mensaje o cuando él me lo envía para generar un escucha activa, atenta, una medida de respeto profundo por el otro. Y el “yo-ello” cuando me dirijo a ese mundo en el que habito, incluyendo todos sus objetos.
Me permito adicionar el que considero clave y que puedo señalar como primero, como fuente y base de la comunicación certera y apropiada es “el yo-mi”, entendido como ese momento donde facilito un diálogo interno con mis ideas, creencias, posturas y formas de observar la situación donde quiero intervenir. Es nada ni menos que el aprendizaje de comunicarnos con nosotros mismos, antes del “yo-tu” y el “yo-ello”.
Si se afirma que los medios de comunicación representan el cuarto poder, me gustaría que el empresarial se hiciera la pregunta: ¿cuál es el poder que representa la comunicación en su organización? Y luego la pregunta: ¿quién lo hace? No podemos seguir creyendo que quienes se encuentran más arriba en la estructura piramidal o tienen un cargo representativo son los mejores comunicadores. No confundamos el poder jerárquico con el poder al comunicar.
Las organizaciones requieren un “yo-mí”, ese personaje que persuade e influye en el receptor de la comunicación, que es el protagonista. No nos equivoquemos en pensar que, cuando comunicamos, el importante es el que lo hace. Por ello, en nuestras empresas, debemos tener cuidado de dar ese papel al que tiene todo o gran parte del poder y a veces no admite que se le quite su espacio. Si comunicar es impactar en las creencias y los pensamientos de quienes escuchan el mensaje, debemos generar emociones para lograr un sentido serio y perdurable en la comunicación.
La comunicación en la organización debe estar en manos de un líder que entienda su labor como tal. Igual que otro departamento o división su director tiene un plan, —y busca hacerlo realidad, superando expectativas—, el comunicador debe buscar las noticias, la información, los insumos. Para ello, debe buscar en aquellos rincones, que no siempre están en las oficinas más grandes, sino que a veces están en la planta, en la tienda, o en un camión repartidor. Recuerde que, si su mensaje no emociona, no logra cambiar la creencia sobre una marca competidora.
Si no tenemos incidencia, si no hay ventas, si la competencia está tomando la batuta del mercado, si los stakeholders pierden el interés en nosotros, demos una mirada a lo que estamos comunicando. Dos aspectos acerca de los cuales tenemos que preguntarnos son:
- ¿Tenemos una voz unificada en el mensaje que trasmite la empresa? A veces los mensajes están distorsionados desde dentro, y cada área interpreta y trasmite a su antojo.
- ¿Qué estamos comunicando? Algunas organizaciones señalan que ellos no usan mensajes ni publicidad ni nada de nada. Eso es lo que algunos piensan, porque recuerden que el silencio es comunicación.
Cuando hablo de yo-mí, y me conduzco dentro de las organizaciones, estoy refiriéndome a la necesidad de que el mensaje que comunicamos esté unificado, entendido y popularizado dentro de cada una de las áreas de la organización, en su gente. Cada colaborador lo debe entender, para que cuando lo difunda en un fin de semana de descanso, en la fiesta del cumpleaños de su hija o haciendo una diligencia, no distorsionemos lo que deseamos transmitir desde el yo-mí.
Una buena comunicación empresarial parte de un líder comunicacional que debe saber que, antes de la palabra, existió el gesto y luego el sonido; y que, a pesar de que esos esfuerzos humanos conllevaron millones de años, siguen vigentes hoy en día. Por ello, es común decir que no son tus palabras lo que me persuade, son tus gestos, tu paralenguaje, tu postura; en últimas, lo que dice tu cuerpo cuando quieres transmitir el mensaje. Por tal razón, si el líder comunicacional no está inmerso totalmente en el discurso que emite, su proceso comunicacional será lánguido, sin impacto, pero con costo.
Cuando comunicamos, tenemos la virtud de lograr compasión, llanto, risas, nostalgia, entusiasmo, y, para ello, el comunicador matiza sus palabras, las vuelve esencia para impactar y emocionar a su auditorio, a sus lectores o receptores por cualquiera de las vías que hoy disponemos en el mundo de la internet. Por esta razón, el objetivo de este artículo es el énfasis en el yo-mí. Sabemos de muchos especialistas, graduados, con maestrías e inclusive doctorados que, conociendo todas las herramientas propias de la comunicación, no logran persuadir, pues la teoría no lo consigue. Esa es una labor netamente humana, de hacer sentir, vivir y emocionar.
Si las investigaciones nos señalan que, por lo menos, existen dieciséis tipos de sonrisas, algunos de nuestros comunicadores no las conocen, pero las practican. Si se equivocan, ellos no lo saben, pero los que los ven y escuchan, sí. Y de ser así, pasamos a otro plano, también confirmado en las investigaciones, que la sonrisa contagia, sea falsa o verdadera, amable o encubierta de poco entusiasmo.
Si nuestro comunicador no comunica con su cuerpo lo que desea transmitir con sus palabras, crea un espacio de dudas. La fisiología no perdona, y la mayoría de nosotros no somos expertos en lectura de expresiones faciales o no verbales, pero sentimos algo que algunos llaman química. Cuando alguien no me genera química, eso quiere decir que no me convence, no lo entiendo, me confunde, tengo dudas.
Algunas recomendaciones para que el mensaje logre su objetivo son:
- No guardes tus manos. Si están atrás, me preguntaré si me escondes algo. Muéstralas porque es señal de transparencia, de que aquí estás como eres, y que eres confiable.
- Tus manos transmiten una vasta información a los ojos de quien te ve, inclusive es un ejercicio que se puede practicar desde el yo-mí. Cuando lo haces frente a un espejo, sin público, te das cuenta de que, si tus manos adornan lo que dicen tus palabras, —a eso le llamamos gestos ilustrativos—, eres más impactante en el mensaje.
- Si no estás emocionado con lo que deseas transmitir, si ese proyecto no te convence, o el número que debes compartir te genera dudas, no intentes comunicarlo, pues lo que probablemente ocurrirá será un caos y la imposibilidad de conseguir lo que se pretende con el mensaje. Tu emoción se transmite. Puedes equivocarte en el discurso, pero no en la emocionalidad.
- Musicaliza tu comunicación. Es como una melodía en la que estás embebido, recitándola, cantándola… A eso, le llamamos paralenguaje. Sube y baja, como cuando subimos a la montaña rusa, has que tu auditorio se divierta, y pase un momento inolvidable, sin tener que consultar un reloj, por lo fascinante de tu paralenguaje.
- Un líder comunicador debe tener dos aspectos claves para su mensaje: ser cálido con el mismo y demostrar competencia sobre lo que trasmite. Caminar por ese sendero será fascinante, pero si falla en alguno, el mensaje será costoso. En muchas organizaciones se sabe que la reputación tiene que ver con la calidad, el cumplimento, la honestidad y el pleno respeto por el cliente, entre otros, pero todo está impregnado de comunicación.
- Una persona que no esté competente para transmitir un mensaje es muy probable que se mantenga apretando los labios o mordiéndolos. Esto es un mensaje de retención, de contención, algo que no se quiere decir, de lo que no se está seguro.
- Si el gesto que transmiten tus manos se va a cubrir la frente y bajar el cuerpo, es muy probable que lo que tienes es vergüenza. Probablemente estás diciendo algo en lo que no crees, tienes dudas o crees que es una mentira o un engaño.
- Si no estás seguro de algo, y quieres comunicarlo, el cuerpo brindará información y avanzará en otra dirección. Es como decir en palabras “vamos a conseguir esa meta”, y dar dos pasos para atrás. Allí hay incongruencia.
- Si los parpadeos aumentan, es probable que te encuentres muy nervioso, y busques cerrar los estímulos, y no observar todo lo que está sucediendo. Es difícil controlar el parpadeo.
- Algo más, como consejo, es entender que, si observas una o varias de estas circunstancias, no creas que es un buen detector de engaño. Debes integrarlas y cruzar lo que se dice con lo que externan los gestos, el cuerpo en general, la musicalización, entendiendo que ese ejercicio implica la autoobservación. Para comunicar el mensaje con eficacia, debes disponer de competencia acerca de lo que quieres transmitir, así como de calidez para ser cercano y emocionar con tu propia emoción. Finalmente, debes hablar desde el vientre como dicen algunos expertos, ya que allí la voz es más grave y da la sensación de que se es más competente.