Un cambio de conducta que impacta a un equipo y transforma una corporación
A propósito de mi último libro ATRÉVETE. Hábitos para colaboradores y equipos empresariales, permítanme compartir algunas reflexiones que encontrarán en el mismo. Es un ejercicio que le exigirá sinceridad con usted mismo. Por ello, presento reflexiones previo a la aventura que propongo a cada persona que, como colaboradora de una empresa, emprendedora, empresaria, gerente, ejecutiva, dueña o CEO, requiere para tomar la senda del cambio.
El material enfatiza en lo personal, apuntando, en especial, a los colaboradores de las empresas para que, posteriormente, incorporen su análisis personal al ejercicio de los equipos, áreas o departamentos. Esto hace que, al final, la compañía tenga un compromiso amparado en hábitos corporativos no impuestos u obligantes. Se pretende que la dinámica permita un compromiso compartido. Y, si es así, pregunto: ¿está usted dispuesto a ser parte de un equipo sustentado en hábitos, donde rompamos los ejercicios burocráticos y las jerarquías tradicionales que impiden conseguir mejor calidad de vida y resultados para todos?
Todos los seres humanos, independientemente de nuestra posición social, política o profesional, tenemos 24 horas para distribuir nuestra vida. Pero no para todos son las mismas 24, ya que depende de los hábitos que cada uno tengamos incorporados. Lo que hemos comprobado es que cuando, en una empresa, los equipos trabajan alineados por hábitos que son compartidos, las personas trabajan menos y producen más.
Usted es el resultado de sus creencias, las que traduce en hábitos, aquello que hace día con día. En las familias o corporaciones, si nuestras creencias no concuerdan, estamos en una situación conflictiva. Por ello, los fracasos son abrumadores. Cuando deseamos a nivel familiar o empresarial conseguir unos resultados y no se hacen posibles, la frustración se hace presente. Pero cuando aquello se repite, se consolida una forma de vida inapropiada personal e institucional. Se deben integrar y contrastar los valores de las personas y lo previsto organizacionalmente antes de pensar en resultados confiables. Recuerde que valores corporativos y hábitos de colaboradores deben tener un canal comunicativo. De no ser así, el fracaso no espera.
Aquella actividad que realizamos es el resultado de pequeños cambios que integramos en el transcurso de nuestros años de vida. No importa si son calificados buenos, regulares o incluso malos: son, simplemente, hábitos de vida que tenemos tatuados en nuestro quehacer. Debemos vincularnos con el inconsciente, esa zona donde ocurren muchos eventos sobre los que no tenemos el control o se nos dificulta hacer consciencia de estos. Por ello, los valores deben hacerse presentes en cada acción que desempeñamos.
Si no somos conscientes, operamos con acciones automáticas que, algunas veces, nos dejan grandes resultados y otras nos estropean la vida. Proponemos un trabajo en lo personal y luego en lo institucional. Si usted tiene un cargo en la corporación, entienda que tiene poder, pero eso no le da salud, eso no lo hace líder. Sin embargo, los hábitos sí le pueden dar salud y hacerlo líder. De eso se trata el ejercicio de atreverse.
Los presentes párrafos buscan hacerle comprender que un cambio serio en la vida sucede cuando aquello que lo fastidia y le impide conseguir los resultados esperados se hace consciente. Se trata de usar el porcentaje reducido que ocurre en nuestra vida, pensar, ser consciente, no solo actuar, dejar el automático por un momento para lograr lo que muchos sabios han mencionado cuando nos hacemos grandes: encontrar la paz interior y los resultados. Los hábitos lo pueden dar, pero también quitar.
Proponemos que se haga consciente de uno de los consejos de James Clear, que, en uno de sus libros, llamado Hábitos atómicos, habla de hacer pequeños cambios para generar grandes diferencias, del poder de un cambio de un 1 % diario, semanal, mensual, no importa. El hecho es hacer un registro de un pequeño cambio de manera sistemática. Lo importante es revisar que ese pequeño cambio puede ser a favor o en contra. En los dos casos, generaremos hábitos. ¿Usted es consciente que su vida está hecha de ese 1 % que ha incorporado y hoy representa su identidad?
En la medicina funcional, los profesionales buscan atender y resolver la causa. El síntoma solo es una referencia. En el proceso de cambio de hábitos, debemos trabajar algo similar, ir a la causa, especialmente de los malos hábitos. Por ello, es trascendental buscar y encontrar las causas de los hábitos que nos tienen limitados y que afectan los equipos y los resultados organizacionales.
No creamos que cuando encontramos un escrito, como el artículo que tiene en sus manos, ya la bendición de los hábitos desarrolladores se hace presente. ¡Cuidado! No es así́. El sistema debe asumirlo como un comportamiento natural, con sensaciones de agrado, y requiere de compromiso, enfoque, repetición hasta que el núcleo accumbens del cerebro, el del placer, lo asuma como suyo, lo registremos en ganglios basales y se convierta en automático. Aquí́ puede estar el gran salto, dejar el automático de hábitos limitantes, hacernos conscientes y luego volver al automático, pero con hábitos desarrolladores.
Vuélvase aliado de su cerebro, pues a ese órgano le gusta optimizar. Por ello, tener hábitos le facilita que su actividad disminuya y puede dedicarse a otras tareas. El equipo agradece esto, y los resultados no se hacen esperar. El hábito se memoriza y se carga.
Así́ como Hipócrates señaló que la comida fuera nuestra medicina para que la medicina no tuviera que ser nuestro alimento, incorporemos el mismo hecho: los hábitos son la mejor medicina para la vida, además están en una farmacia interna. Crear un hábito es una decisión propia, pero necesita del compromiso personal. Hágase consciente de ese primer requisito, no sé si Hipócrates reaccionará, pero su cuerpo, el equipo y la empresa, sí.
En el programa de hábitos corporativos hacemos una comparación con la mediación o conciliación, decimos que el éxito consiste en separar el problema de la solución, nunca tratarlos en el mismo instante. Un programa que busca incorporar hábitos a nivel de equipos de trabajo debe asumir el mismo hecho, detectar qué fastidia la vida de sus integrantes, diagnosticar el problema, las causas y las consecuencias que está generando ese comportamiento que se tiene actualmente. Luego, debe observar qué lo soluciona, y trabajar en el cambio. Por esta razón, partimos de su compromiso, para hacer que los equipos de su área, empresa o corporación logren los resultados que se proponen, y se ajusten los paradigmas que manifiestan, por ejemplo, que hacer equipo es complejo.
Dentro del proceso de comparaciones, acudimos a William James, quien nos educa diciendo que una emoción negativa puede ser impactada con una positiva, siempre y cuando esta última sea más intensa. En el cambio de conductas sucede algo similar: tenemos que conseguir que las recompensas de nuevos hábitos sean iguales o mayores, que las que representan los hábitos anteriores que limitan a personales o de los equipos no sean difíciles de llevar a cabo.
Todos los seres humanos llevamos aspiraciones, pero si deseamos consolidar nuestros sueños, debemos despertar y actuar para que se hagan realidad. Los hábitos son un ejercicio de búsqueda dentro de cada uno de nosotros, esa es la primera parte de la propuesta. Usted, luego, con su ejemplo y disciplina, debe impactar en los colegas para que, al evidenciar los nuevos hábitos, transformemos lo que nos rodea: nuestro equipo, el área de trabajo y la compañía. Es la historia de la humanidad: observar los ejemplos, algunos no beneficiosos que nos mantienen atrapados y otros que nos han permitido evolucionar.
Gran parte de los cambios los hacemos por lo que ocurre a nuestro alrededor, en la familia o en la corporación. Es lo que llamamos «el contexto». En nuestras vidas, es todo lo que ha ocurrido alrededor de la misma, ese proceso llamado epigenética. Muchas veces, en el cambio de hábitos, debemos hacer también cambios de contexto, lo que se encuentra a nuestro alrededor. Por ello el llamado es a usted, colaborador, ejecutivo, dueño, a que considere seriamente iniciar el proceso de un programa que impacte en los hábitos corporativos, y ello implica una revisión de los contextos que hemos creado en la empresa.
En los nuevos ambientes de hábitos desarrolladores, debemos incorporar e integrar la forma como ajustamos las conductas los humanos. Eso significa entender que reaccionamos a lo visual, auditivo y kinestésico: observamos nuestro alrededor, sentimos los lugares, escuchamos los sonidos y murmullos, olemos los ambientes, lo que significa una mejor comprensión para ilusionarnos con lo nuevo que debemos incorporar como conducta, y que debe generarnos una motivación para accionar nuevos ambientes de trabajo, hasta que el sistema lo asuma como suyo y lo haga atractivo, perdurable y automático.
He establecido una relación especial con mi bicicleta. Me gusta subirla al apartamento, limpiarla, aceitarla, contemplarla. Esa relación me ayuda a conservar mi habito de salir los fines de semana y feriados a practicar ciclismo de ruta. Ese hábito tiene que ver con la conexión que tengo con la máquina, la cual me conecta con las carreteras que recorro. Pero también mi biblioteca, un lugar muy especial en mi casa. Contemplar los libros, acercarme, limpiarlos, ojearlos, establece conexión diaria con cada uno de ellos, y mi hábito de lectura e investigación se aviva cada vez que paso por allí́, ya que mi biblioteca está ubicada en un lugar estratégico, zona obligada y de paso permanente.
El poder más grande que puede albergar un líder es lograr que las misiones personales se conviertan en una de equipo, al contrastarlas con la establecidas en la institución y alinear lo personal con lo grupal e institucional. No sigamos pensando que elaborar un plan estratégico es suficiente. Colocar la misión, la visión y las políticas en nuestras páginas y redes ha demostrado que se requiere algo más. Ese insumo es que cada colaborador sienta y vibre con nuestras máximas institucionales, y, para ello, debemos incorporar una mirada cercana, que se integre a sus conductas, que son su hábitos.
Muchos de los lectores entenderán lo siguiente: esos hábitos que nos están limitando ingresaron a nuestras vidas hace algún tiempo, por la razón que sea, y, tal vez, ni nos acordamos. Probablemente, fue fácil que hicieran parte de nuestro sistema. Algunos hábitos se instalan inconscientemente, por vía del “desejemplo” de otros, por compensadores que recibimos o para atender una situación que emocionalmente nos afecta. La pregunta es ¿por qué continuamos con esas prácticas que no nos aportan a nuestra vida? Si usted tiene la disposición para rebelarse contra esos hábitos, entonces ¡le doy la bienvenida! Atrévase a hacer el ejercicio más importante para un ser humano y un equipo corporativo: integrar sus esfuerzos en busca de un objetivo común, donde cada quien aporte lo mejor de sí.