Y usted, ¿es ético?

 

Conversación una tarde cualquiera con mi madre entre el 1975 y el 1978:

Yo: Hola mami, ¿me trajiste el Liquid Paper que te pedí y la cartulina para la clase de arte?
Doña Vicky: No mi hijo, lo siento no pude pararme en la papelería, pero vamos en un rato a comprarlo.
Yo: Pero mami, en tu oficina tienes muchísimos Liquid Papers… ¿Por qué no me trajiste uno de allá y punto?
Doña Vicky: Porque mi hijo, esos Liquid Papers no son míos. Los uso para mi trabajo, pero son
de mis jefes. Y así como que a ti no te gusta que los amiguitos te cojan tus carritos, así mismo a mis jefes no les gusta que les tomen sus cosas sin permiso.

Quienes de una forma u otra seguimos las informaciones del mundo corporativo global, llevamos ya muchos años prácticamente “sin respiro” recibiendo noticias sobre grandes empresas que debido a la avaricia, falta de ética y poca transparencia de sus gestores pasaron de ser líderes e íconos de sus sectores a, en el mejor de los casos, ser objeto de casos de estudio en prestigiosas escuelas de negocios sobre las causas de su ocaso y fracaso. De hecho prácticamente no pasa un sólo día sin que nos desayunemos con un nuevo escándalo o con el anuncio de alguna investigación por parte de las autoridades regulatorias. Se trata de empresas otrora omnipotentes cuyos líderes se creyeron seres inmortales por encima del bien y el mal, y quienes, endiosados por una red de seguidores incondicionales e incapaces de contradecirles tomaron decisiones que vistas en retrospectiva bordean en lo absurdo.

Para muestra basta un botón. Ya muchos de nuestros hijos sólo sabrán de Lehman Brothers, Enron, Worldcom, etc. por las historias que encuentren en los libros o cuando busquen en los buscadores palabras como fraude, bancarrota, ética corporativa, etc. No está de más decir que sin irnos muy lejos, nuestro país tiene su propia lista de casos de este tipo.
Al momento de hablar de estas grandes quiebras y su gran dimensión e impacto es muy común escuchar a muchos condenar estos actos, juzgar a sus culpables y clamar justicia contra sus líderes. Son menos los que reflexionan sobre el hecho de que estos fraudes se iniciaron probablemente con una pequeñita “trampita” que nadie iba a notar, la cual fue seguida por “otra pequeñita trampita” que tampoco nadie notó; hasta llegar a un punto donde ya ninguna acción dolosa parecía suficientemente grande como para parar… Todavía son muchos menos los que saben que más que la acción de uno, dos o tres grandes líderes, estas quiebras fueron resultado de pequeños comportamientos y acciones de muchas personas que, sumadas llegaron a crear una cultura de permisividad e indolencia dentro de éstas.

Resulta interesante saber que los pequeños comportamientos y acciones no éticas han destruido más valor económico en el mundo a través de los años que la suma de todos los grandes fraudes y quiebras de la historia. Pero más interesante resulta saber que éstas son realizadas de forma inconsciente y no intencional por personas honestas, buenas y totalmente identificadas con sus empresas. Dicho de otra forma, lo más lejos que tienen estas personas en sus mentes es que les están haciendo daño a la empresa. Y quisiera ilustrarlo con varios ejemplos de miles que podría poner: ¿Tratamos los activos de la empresa (equipos, vehículos, materiales) con exactamente el mismo cuidado como si fuesen nuestros? ¿Consumimos los suministros de la empresa con la misma consciencia como si lo hubiésemos comprado nosotros y los reciclamos con la frecuencia debida? ¿Hemos influenciado en alguna ocasión para que la empresa contrate X o Y empleado (o suplidor) con quien tenemos relaciones personales sin que sea necesariamente el mejor sólo para ayudarle?

Si su respuesta es “quizás” a algunas de las preguntas de arriba o una de las miles similares que podría formular, tome nota de que usted es parte del problema, no de la solución. Recuerde que usted probablemente no es el único que hace lo mismo sin querer y que por lo tanto la suma de todos esos pequeños comportamientos y acciones pueden estar afectando seriamente los márgenes de su empresa. Es por esto que debemos autoevaluar cada una de nuestras acciones y decisiones diarias para ver si todas y cada una de estas son cien por ciento objetivas, éticas o si de lo contrario y de forma inconsciente e inintencional, estamos contribuyendo a destruir los cimientos de nuestras empresas y por qué no decirlo, de nuestra sociedad.

Y recuerde siempre, que más edificios en la historia de la humanidad han sido derrumbados por la acción continua de las diminutas polillas, que por los efectos destructivos de la suma total de las bombas que se han lanzado en todas las guerras de la humanidad.

Sobre el autor

Ney Díaz

Presidente y fundador de INTRAS, reconocida como la principal empresa de capacitación especializada y consultoría formativa en la República Dominicana, con importantes alianzas con organizaciones de España y América Latina. Preside, también, la firma de capacitación Skills y la empresa Summit, especializada en la organización de eventos corporativos. Es, asimismo, editor en jefe de la Revista GESTIÓN y Senior Advisor de Executive Education para República Dominicana de la IE Business School de España.

Como autor, ha publicado el libro Las 12 preguntas. Puede encontrar más de los escritos de Ney Díaz en su blog en https://neydiaz.com/blog.

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